Miami es la ciudad de las oportunidades. Sobre todo para miles de hispanohablantes que llegan a Estados Unidos en busca de un futuro mejor y logran sentirse como en casa. Se dice que aquí los inmigrantes aceptan trabajos que los estadounidenses rechazan, pero Juan Ignacio Simoniello rompe el molde: lo hace gratis, y varios quisieran estar en su lugar.
Tiene 25 años, es argentino y llegó desde Rosario con una ilusión: jugar al fútbol y estudiar en el exterior. Se vinculó con los Buccaneers de la Universidad de Barry, la misma institución donde Boca se entrena durante su estadía en el Mundial de Clubes. Pero su historia no termina ahí: también trabaja como voluntario de la FIFA en el torneo, colabora en el día a día universitario y sigue construyendo su carrera con el objetivo de quedarse y crecer.
En esta época del año, durante el receso académico en Estados Unidos, Juan Ignacio suele viajar a Rosario para compartir tiempo con su familia. Pero esta vez se quedó. El Mundial de Clubes lo convenció de postergar el reencuentro: quería vivir la experiencia desde adentro. Y lo logró. Colaboró en la organización del partido inaugural y, en Boca-Benfica, estuvo ubicado detrás de los bancos de suplentes, en plena zona técnica. Aun así, esa no fue su mayor cercanía con el fútbol grande. Porque si bien en Miami el fútbol es amateur en casi todas sus categorías, Juani logró destacarse en su equipo universitario y fue una de las figuras en las temporadas anteriores.
Juan Ignacio Simoniello nació en Brasil “de casualidad”, como él mismo aclara. Sus padres estaban trabajando allí, pero a los seis años se mudó a Rosario, donde creció, estudió y jugó al fútbol casi toda su vida. En sus inicios, jugó en El Choque y luego en Adiur (Agrupación Deportiva Infantil Unión Rosario), un semillero clásico del fútbol rosarino. Lo hizo hasta los 20 años, tas disputar la Liga Rosarina y el Regional Federal Amateur. Hasta que un día se dio cuenta de que las chances en el fútbol eran pocas, y apareció una oportunidad inesperada.
“Terminé el secundario y se me dio lo de Estados Unidos a través de una agencia. Me permitía estudiar y trabajar, cerraba por todos lados”, cuenta. Así llegó a Miami y se unió a los Buccaneers, el equipo de la Universidad de Barry. Para jugar allí había una condición innegociable: también tenía que estudiar. Juan Ignacio eligió la carrera de Sports Management (gerencia del deporte) y hoy está haciendo un máster en Administración de Empresas. También vivió en la universidad, y construyó su vida allí.
“Tenés cuatro años de elegibilidad para jugar durante tu carrera universitaria. Muchos llegan con estudios ya hechos en su país, y como les quedan años disponibles, pueden usarlos para un máster, como yo. Pero siempre tenés que estar cursando algo para poder jugar”, explica.
Juan Ignacio Simoniello, futbolista de la Barry University
Juani jugaba de enganche en Rosario, flotando detrás del 9. Pero en Estados Unidos lo corrieron de lugar: se convirtió en extremo, por derecha o izquierda, según lo pidiera el técnico. En ese nuevo rol se destacó y se ganó un lugar clave en su equipo durante varias temporadas. Aunque el fútbol universitario sea amateur, el nivel de exigencia y profesionalismo es muy alto.
-¿Cómo es el torneo? ¿Contra quiénes juegan?
-Jugamos contra otras universidades. Todo es por categorías: nosotros estábamos en la División II de la NCAA. Eso tiene que ver con el presupuesto de cada universidad. Hay equipos de División I que viajan en avión, se hospedan en hoteles, comen en restaurantes. Nosotros también viajábamos, jugábamos y volvíamos. Te movés como una delegación profesional.
En esa liga, las universidades se convierten en verdaderas fábricas de futbolistas. Varios jugadores terminan siendo elegidos por equipos de la MLS o de la USL Championship, la segunda división profesional de Estados Unidos. Todo el sistema se financia, en gran parte, con becas que pueden ser académicas o deportivas.
-¿Cómo funciona el sistema de becas?
-El técnico tiene un presupuesto y decide cómo repartirlo. Algunos tienen beca completa, otros parcial, y algunos nada. Después está la beca académica, que depende de tus notas. Si aplicás desde la Argentina, por ejemplo, mandás tu promedio del colegio y podés calificar para esa beca. De ahí te van restando dinero del total de la cuota.
El campus de la Universidad de Barry está repleto de jóvenes extranjeros. “En nuestra liga hay muchos argentinos, venezolanos, colombianos, brasileños… y europeos también”, enumera Juani. La comunidad latina, sobre todo en Miami, marca una diferencia.
-¿Y el nivel de juego? ¿Qué tan competitivo es?
-Te digo que es alto. En Miami la competencia es fuerte porque todos quieren venir acá. Hay mucha gente, mucho talento, y los americanos también crecieron un montón. Las instalaciones están muy buenas.
-¿Y ahora qué sigue? ¿Pensás seguir jugando?
-Me encantaría poder continuar en algún club de acá, de Miami. Hay una liga por estado, la de clubes, que no es la universitaria. A medida que avanzás, jugás regionales, después nacionales… viajás más lejos y te enfrentás con equipos de otros lugares. Esa es la idea: seguir jugando y creciendo acá.
Miami es la ciudad de las oportunidades. Sobre todo para miles de hispanohablantes que llegan a Estados Unidos en busca de un futuro mejor y logran sentirse como en casa. Se dice que aquí los inmigrantes aceptan trabajos que los estadounidenses rechazan, pero Juan Ignacio Simoniello rompe el molde: lo hace gratis, y varios quisieran estar en su lugar.
Tiene 25 años, es argentino y llegó desde Rosario con una ilusión: jugar al fútbol y estudiar en el exterior. Se vinculó con los Buccaneers de la Universidad de Barry, la misma institución donde Boca se entrena durante su estadía en el Mundial de Clubes. Pero su historia no termina ahí: también trabaja como voluntario de la FIFA en el torneo, colabora en el día a día universitario y sigue construyendo su carrera con el objetivo de quedarse y crecer.
En esta época del año, durante el receso académico en Estados Unidos, Juan Ignacio suele viajar a Rosario para compartir tiempo con su familia. Pero esta vez se quedó. El Mundial de Clubes lo convenció de postergar el reencuentro: quería vivir la experiencia desde adentro. Y lo logró. Colaboró en la organización del partido inaugural y, en Boca-Benfica, estuvo ubicado detrás de los bancos de suplentes, en plena zona técnica. Aun así, esa no fue su mayor cercanía con el fútbol grande. Porque si bien en Miami el fútbol es amateur en casi todas sus categorías, Juani logró destacarse en su equipo universitario y fue una de las figuras en las temporadas anteriores.
Juan Ignacio Simoniello nació en Brasil “de casualidad”, como él mismo aclara. Sus padres estaban trabajando allí, pero a los seis años se mudó a Rosario, donde creció, estudió y jugó al fútbol casi toda su vida. En sus inicios, jugó en El Choque y luego en Adiur (Agrupación Deportiva Infantil Unión Rosario), un semillero clásico del fútbol rosarino. Lo hizo hasta los 20 años, tas disputar la Liga Rosarina y el Regional Federal Amateur. Hasta que un día se dio cuenta de que las chances en el fútbol eran pocas, y apareció una oportunidad inesperada.
“Terminé el secundario y se me dio lo de Estados Unidos a través de una agencia. Me permitía estudiar y trabajar, cerraba por todos lados”, cuenta. Así llegó a Miami y se unió a los Buccaneers, el equipo de la Universidad de Barry. Para jugar allí había una condición innegociable: también tenía que estudiar. Juan Ignacio eligió la carrera de Sports Management (gerencia del deporte) y hoy está haciendo un máster en Administración de Empresas. También vivió en la universidad, y construyó su vida allí.
“Tenés cuatro años de elegibilidad para jugar durante tu carrera universitaria. Muchos llegan con estudios ya hechos en su país, y como les quedan años disponibles, pueden usarlos para un máster, como yo. Pero siempre tenés que estar cursando algo para poder jugar”, explica.
Juan Ignacio Simoniello, futbolista de la Barry University
Juani jugaba de enganche en Rosario, flotando detrás del 9. Pero en Estados Unidos lo corrieron de lugar: se convirtió en extremo, por derecha o izquierda, según lo pidiera el técnico. En ese nuevo rol se destacó y se ganó un lugar clave en su equipo durante varias temporadas. Aunque el fútbol universitario sea amateur, el nivel de exigencia y profesionalismo es muy alto.
-¿Cómo es el torneo? ¿Contra quiénes juegan?
-Jugamos contra otras universidades. Todo es por categorías: nosotros estábamos en la División II de la NCAA. Eso tiene que ver con el presupuesto de cada universidad. Hay equipos de División I que viajan en avión, se hospedan en hoteles, comen en restaurantes. Nosotros también viajábamos, jugábamos y volvíamos. Te movés como una delegación profesional.
En esa liga, las universidades se convierten en verdaderas fábricas de futbolistas. Varios jugadores terminan siendo elegidos por equipos de la MLS o de la USL Championship, la segunda división profesional de Estados Unidos. Todo el sistema se financia, en gran parte, con becas que pueden ser académicas o deportivas.
-¿Cómo funciona el sistema de becas?
-El técnico tiene un presupuesto y decide cómo repartirlo. Algunos tienen beca completa, otros parcial, y algunos nada. Después está la beca académica, que depende de tus notas. Si aplicás desde la Argentina, por ejemplo, mandás tu promedio del colegio y podés calificar para esa beca. De ahí te van restando dinero del total de la cuota.
El campus de la Universidad de Barry está repleto de jóvenes extranjeros. “En nuestra liga hay muchos argentinos, venezolanos, colombianos, brasileños… y europeos también”, enumera Juani. La comunidad latina, sobre todo en Miami, marca una diferencia.
-¿Y el nivel de juego? ¿Qué tan competitivo es?
-Te digo que es alto. En Miami la competencia es fuerte porque todos quieren venir acá. Hay mucha gente, mucho talento, y los americanos también crecieron un montón. Las instalaciones están muy buenas.
-¿Y ahora qué sigue? ¿Pensás seguir jugando?
-Me encantaría poder continuar en algún club de acá, de Miami. Hay una liga por estado, la de clubes, que no es la universitaria. A medida que avanzás, jugás regionales, después nacionales… viajás más lejos y te enfrentás con equipos de otros lugares. Esa es la idea: seguir jugando y creciendo acá.
Juan Ignacio Simoniello nació en Brasil, creció en Rosario y se destacó en el fútbol universitario de Miami LA NACION