Javier Milei enfrenta la mayor presión política desde que es presidente. A un mismo tiempo, lo que él definió como “la casta”, gente conocida con la negoció desde que está en la Casa Rosada, le reclama fondos y utiliza esa feroz paritaria como un ejercicio de diferenciación electoral.
Cuarenta días atrás, todos los gobernadores se sentaron en el Consejo Federal de Inversiones para acordar unir fuerzas en un reclamo compartido.
Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es para Milei un claro “principio de revelación” de cómo actúa “la casta”, pero algunos factores empezaron a jugar en su contra
Desde entonces, Milei tiene un problema sin solución en el Congreso, donde aparecieron mayorías circunstanciales para aprobar proyectos que rechaza visceralmente. Todos significan un mayor gasto, asegura el oficialismo libertario, e implican por lo tanto un golpe al equilibrio fiscal, viga maestra que sostiene el plan motosierra contra la inflación.
Un año atrás, el 9 de Julio, 18 de los 23 gobernadores fueron a Tucumán a firmar el Pacto de Mayo, un resumen de principios y acciones libertarias. El miércoles, los mismos invitados hicieron notar tanto su ausencia que Milei terminó agradeciendo al mal tiempo no tener que volver a Tucumán. Eludió así el vacío de esos interlocutores que ahora empezaron una guerra contra él acusándolo de haberla comenzado. En toda pelea se denuncia la supuesta agresión del otro y se presentan los ataques propios como una defensa.
Dispuesto a jugar el juego que más le gusta, el de la confrontación, el Presidente hace pasar la situación por su formato de análisis. Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es a su criterio un claro “principio de revelación”. Ese fenómeno, que a su criterio se demuestra a sí mismo de solo verlo, tiene, sin embargo, otros elementos que lo hacen más complejo y menos lineal.
Resquebrajado el peronismo, Milei tiene la oportunidad de ser la única fuerza nacional en las elecciones legislativas de octubre frente a un gran número de partidos que actuarán a la defensiva y con una lógica provincial
El primer ingrediente es el tiempo. No todo se entiende de la misma manera y hay otros hechos que contaminan el dato principal. Un ejemplo: dentro del plan motosierra, sobre el filo del plazo para usar facultades especiales delegadas, el Gobierno anunció la eliminación de la Dirección Nacional de Vialidad: las rutas nacionales serán concesionadas a empresas privadas y serán reparadas y mantenidas mediante el cobro de peajes.
El nuevo ingrediente que contamina ese principio es que muchas de esas rutas están llenas de pozos debido al año y medio de ahorro continuo de los fondos del impuesto a los combustibles.
Los gobernadores piden que les coparticipen ese impuesto, puestos a manotear algún peso. Milei avisó que eso será imposible. Mientras crece la discusión, automovilistas, colectiveros y camioneros, muchos de los cuales votaron a Milei y mantienen su apoyo, empiezan a preguntarse por qué tienen que viajar arriesgando sus vidas en rutas destruidas.
Detrás de cada uno de estos problemas asoma la pregunta sobre la consistencia del plan de recortes del gasto público que con intensidad llevan adelante Milei y el ministro Luis Caputo.
En algún momento será necesario también garantizar el crecimiento de la economía a fin de obtener recursos para obras de infraestructura básica. Con los peajes no alcanzará, ya se sabe. Y con la transferencia de esos gastos a las provincias, tampoco.
¿Es Caputo el ministro para la etapa que seguirá al ajuste de los gastos, la eliminación de reparticiones innecesarias y el achicamiento de la planta de personal? Otra pregunta más inquietante para el credo libertario: ¿es realmente mayoritaria entre los argentinos la idea libertaria de que hay que achicar el Estado hasta, en un futuro utópico, eliminarlo?
Milei no tendrá una oposición en octubre sino varias y diversas que desde distintos puntos de partida tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajuste
Es bien posible que una fracción importante de las mayorías que hicieron presidente a Milei, hartas de tantos fracasos, lo hayan votado para que termine con la inflación y normalice la economía tras pasarle la motosierra a los gastos escandalosos del Estado populista. Pero el acarreo de votantes hacia el extremo de las posiciones libertarias es un experimento que aún tiene que demostrar sus resultados.
Menos elaborado y más básico, el tironeo de los gobernadores por los fondos detonó la precaria alianza en el Congreso que impedía rechazar vetos y el avance de leyes impulsadas por el kirchnerismo.
El poder de fuego de los jefes provinciales es exactamente ese, mientras Milei no logre ganar al menos dos elecciones consecutivas para tener mayoría en el Congreso. Y lo usan para romper con los recortes a sus ingresos, pero también como recurso clásico de diferenciación política.
El lado B de cada gobernador incluye una gran preocupación por el control de su feudo político. Encuentran en los candidatos libertarios una amenaza a sistemas de control que se arrastran desde hace décadas.
El mismo partido gobierna durante más de un cuarto de siglo en provincias como La Rioja, Formosa, Corrientes, Misiones, Santiago del Estero, La Pampa, Córdoba y varias más. Y en la de Buenos Aires, donde vive casi el 40% del electorado, el peronismo gobernó en 10 de los últimos 11 períodos.
Lo que en otros tiempos eran dos grandes fuerzas nacionales y algún que otro partido provincial, en las elecciones de octubre será distinto. Existe ahora una nueva fuerza nacional, construida desde el poder, que debutará en las provincias siendo oficialismo.
El peronismo, antes hegemonizado por el kirchnerismo, es ahora un archipiélago de cuentapropistas que en muy pocos casos computarán sus votos luego de haber aceptado ser designados electoralmente por Cristina Kirchner. Solo algunos gobernadores aceptarán que todavía es la jefa y harán campaña en su nombre. Ni Axel Kicillof pondrá el nombre de la expresidenta por encima del suyo.
Eso le da a Milei la oportunidad de ser la única fuerza nacional y acentuar la marca de su sello libertario. La dificultad que conlleva esto es que deberá enfrentar discursos diversos en cada caso.
El reclamo conjunto de más fondos lo puede ayudar en ese sentido, pero al mismo tiempo lo expondrá a una campaña en la que desde distintos lugares tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajuste.
Una campaña vieja y una demanda añeja como la de los gobernadores convivirán con un jefe político que celebra acelerar en las curvas. En el coche vamos todos.
Javier Milei enfrenta la mayor presión política desde que es presidente. A un mismo tiempo, lo que él definió como “la casta”, gente conocida con la negoció desde que está en la Casa Rosada, le reclama fondos y utiliza esa feroz paritaria como un ejercicio de diferenciación electoral.
Cuarenta días atrás, todos los gobernadores se sentaron en el Consejo Federal de Inversiones para acordar unir fuerzas en un reclamo compartido.
Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es para Milei un claro “principio de revelación” de cómo actúa “la casta”, pero algunos factores empezaron a jugar en su contra
Desde entonces, Milei tiene un problema sin solución en el Congreso, donde aparecieron mayorías circunstanciales para aprobar proyectos que rechaza visceralmente. Todos significan un mayor gasto, asegura el oficialismo libertario, e implican por lo tanto un golpe al equilibrio fiscal, viga maestra que sostiene el plan motosierra contra la inflación.
Un año atrás, el 9 de Julio, 18 de los 23 gobernadores fueron a Tucumán a firmar el Pacto de Mayo, un resumen de principios y acciones libertarias. El miércoles, los mismos invitados hicieron notar tanto su ausencia que Milei terminó agradeciendo al mal tiempo no tener que volver a Tucumán. Eludió así el vacío de esos interlocutores que ahora empezaron una guerra contra él acusándolo de haberla comenzado. En toda pelea se denuncia la supuesta agresión del otro y se presentan los ataques propios como una defensa.
Dispuesto a jugar el juego que más le gusta, el de la confrontación, el Presidente hace pasar la situación por su formato de análisis. Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es a su criterio un claro “principio de revelación”. Ese fenómeno, que a su criterio se demuestra a sí mismo de solo verlo, tiene, sin embargo, otros elementos que lo hacen más complejo y menos lineal.
Resquebrajado el peronismo, Milei tiene la oportunidad de ser la única fuerza nacional en las elecciones legislativas de octubre frente a un gran número de partidos que actuarán a la defensiva y con una lógica provincial
El primer ingrediente es el tiempo. No todo se entiende de la misma manera y hay otros hechos que contaminan el dato principal. Un ejemplo: dentro del plan motosierra, sobre el filo del plazo para usar facultades especiales delegadas, el Gobierno anunció la eliminación de la Dirección Nacional de Vialidad: las rutas nacionales serán concesionadas a empresas privadas y serán reparadas y mantenidas mediante el cobro de peajes.
El nuevo ingrediente que contamina ese principio es que muchas de esas rutas están llenas de pozos debido al año y medio de ahorro continuo de los fondos del impuesto a los combustibles.
Los gobernadores piden que les coparticipen ese impuesto, puestos a manotear algún peso. Milei avisó que eso será imposible. Mientras crece la discusión, automovilistas, colectiveros y camioneros, muchos de los cuales votaron a Milei y mantienen su apoyo, empiezan a preguntarse por qué tienen que viajar arriesgando sus vidas en rutas destruidas.
Detrás de cada uno de estos problemas asoma la pregunta sobre la consistencia del plan de recortes del gasto público que con intensidad llevan adelante Milei y el ministro Luis Caputo.
En algún momento será necesario también garantizar el crecimiento de la economía a fin de obtener recursos para obras de infraestructura básica. Con los peajes no alcanzará, ya se sabe. Y con la transferencia de esos gastos a las provincias, tampoco.
¿Es Caputo el ministro para la etapa que seguirá al ajuste de los gastos, la eliminación de reparticiones innecesarias y el achicamiento de la planta de personal? Otra pregunta más inquietante para el credo libertario: ¿es realmente mayoritaria entre los argentinos la idea libertaria de que hay que achicar el Estado hasta, en un futuro utópico, eliminarlo?
Milei no tendrá una oposición en octubre sino varias y diversas que desde distintos puntos de partida tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajuste
Es bien posible que una fracción importante de las mayorías que hicieron presidente a Milei, hartas de tantos fracasos, lo hayan votado para que termine con la inflación y normalice la economía tras pasarle la motosierra a los gastos escandalosos del Estado populista. Pero el acarreo de votantes hacia el extremo de las posiciones libertarias es un experimento que aún tiene que demostrar sus resultados.
Menos elaborado y más básico, el tironeo de los gobernadores por los fondos detonó la precaria alianza en el Congreso que impedía rechazar vetos y el avance de leyes impulsadas por el kirchnerismo.
El poder de fuego de los jefes provinciales es exactamente ese, mientras Milei no logre ganar al menos dos elecciones consecutivas para tener mayoría en el Congreso. Y lo usan para romper con los recortes a sus ingresos, pero también como recurso clásico de diferenciación política.
El lado B de cada gobernador incluye una gran preocupación por el control de su feudo político. Encuentran en los candidatos libertarios una amenaza a sistemas de control que se arrastran desde hace décadas.
El mismo partido gobierna durante más de un cuarto de siglo en provincias como La Rioja, Formosa, Corrientes, Misiones, Santiago del Estero, La Pampa, Córdoba y varias más. Y en la de Buenos Aires, donde vive casi el 40% del electorado, el peronismo gobernó en 10 de los últimos 11 períodos.
Lo que en otros tiempos eran dos grandes fuerzas nacionales y algún que otro partido provincial, en las elecciones de octubre será distinto. Existe ahora una nueva fuerza nacional, construida desde el poder, que debutará en las provincias siendo oficialismo.
El peronismo, antes hegemonizado por el kirchnerismo, es ahora un archipiélago de cuentapropistas que en muy pocos casos computarán sus votos luego de haber aceptado ser designados electoralmente por Cristina Kirchner. Solo algunos gobernadores aceptarán que todavía es la jefa y harán campaña en su nombre. Ni Axel Kicillof pondrá el nombre de la expresidenta por encima del suyo.
Eso le da a Milei la oportunidad de ser la única fuerza nacional y acentuar la marca de su sello libertario. La dificultad que conlleva esto es que deberá enfrentar discursos diversos en cada caso.
El reclamo conjunto de más fondos lo puede ayudar en ese sentido, pero al mismo tiempo lo expondrá a una campaña en la que desde distintos lugares tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajuste.
Una campaña vieja y una demanda añeja como la de los gobernadores convivirán con un jefe político que celebra acelerar en las curvas. En el coche vamos todos.
Javier Milei enfrenta la mayor presión política desde que es presidente. A un mismo tiempo, lo que él definió como “la casta”, gente conocida con la negoció desde que está en la Casa Rosada, le reclama fondos y utiliza esa feroz paritaria como un ejercicio de diferenciación electoral.Cuarenta días atrás, todos los gobernadores se sentaron en el Consejo Federal de Inversiones para acordar unir fuerzas en un reclamo compartido.Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es para Milei un claro “principio de revelación” de cómo actúa “la casta”, pero algunos factores empezaron a jugar en su contraDesde entonces, Milei tiene un problema sin solución en el Congreso, donde aparecieron mayorías circunstanciales para aprobar proyectos que rechaza visceralmente. Todos significan un mayor gasto, asegura el oficialismo libertario, e implican por lo tanto un golpe al equilibrio fiscal, viga maestra que sostiene el plan motosierra contra la inflación.Un año atrás, el 9 de Julio, 18 de los 23 gobernadores fueron a Tucumán a firmar el Pacto de Mayo, un resumen de principios y acciones libertarias. El miércoles, los mismos invitados hicieron notar tanto su ausencia que Milei terminó agradeciendo al mal tiempo no tener que volver a Tucumán. Eludió así el vacío de esos interlocutores que ahora empezaron una guerra contra él acusándolo de haberla comenzado. En toda pelea se denuncia la supuesta agresión del otro y se presentan los ataques propios como una defensa.Dispuesto a jugar el juego que más le gusta, el de la confrontación, el Presidente hace pasar la situación por su formato de análisis. Que le pidan fondos y que lo hagan todos los gobernadores juntos es a su criterio un claro “principio de revelación”. Ese fenómeno, que a su criterio se demuestra a sí mismo de solo verlo, tiene, sin embargo, otros elementos que lo hacen más complejo y menos lineal.Resquebrajado el peronismo, Milei tiene la oportunidad de ser la única fuerza nacional en las elecciones legislativas de octubre frente a un gran número de partidos que actuarán a la defensiva y con una lógica provincialEl primer ingrediente es el tiempo. No todo se entiende de la misma manera y hay otros hechos que contaminan el dato principal. Un ejemplo: dentro del plan motosierra, sobre el filo del plazo para usar facultades especiales delegadas, el Gobierno anunció la eliminación de la Dirección Nacional de Vialidad: las rutas nacionales serán concesionadas a empresas privadas y serán reparadas y mantenidas mediante el cobro de peajes.El nuevo ingrediente que contamina ese principio es que muchas de esas rutas están llenas de pozos debido al año y medio de ahorro continuo de los fondos del impuesto a los combustibles.Los gobernadores piden que les coparticipen ese impuesto, puestos a manotear algún peso. Milei avisó que eso será imposible. Mientras crece la discusión, automovilistas, colectiveros y camioneros, muchos de los cuales votaron a Milei y mantienen su apoyo, empiezan a preguntarse por qué tienen que viajar arriesgando sus vidas en rutas destruidas.Detrás de cada uno de estos problemas asoma la pregunta sobre la consistencia del plan de recortes del gasto público que con intensidad llevan adelante Milei y el ministro Luis Caputo. En algún momento será necesario también garantizar el crecimiento de la economía a fin de obtener recursos para obras de infraestructura básica. Con los peajes no alcanzará, ya se sabe. Y con la transferencia de esos gastos a las provincias, tampoco. ¿Es Caputo el ministro para la etapa que seguirá al ajuste de los gastos, la eliminación de reparticiones innecesarias y el achicamiento de la planta de personal? Otra pregunta más inquietante para el credo libertario: ¿es realmente mayoritaria entre los argentinos la idea libertaria de que hay que achicar el Estado hasta, en un futuro utópico, eliminarlo? Milei no tendrá una oposición en octubre sino varias y diversas que desde distintos puntos de partida tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajusteEs bien posible que una fracción importante de las mayorías que hicieron presidente a Milei, hartas de tantos fracasos, lo hayan votado para que termine con la inflación y normalice la economía tras pasarle la motosierra a los gastos escandalosos del Estado populista. Pero el acarreo de votantes hacia el extremo de las posiciones libertarias es un experimento que aún tiene que demostrar sus resultados.Menos elaborado y más básico, el tironeo de los gobernadores por los fondos detonó la precaria alianza en el Congreso que impedía rechazar vetos y el avance de leyes impulsadas por el kirchnerismo. El poder de fuego de los jefes provinciales es exactamente ese, mientras Milei no logre ganar al menos dos elecciones consecutivas para tener mayoría en el Congreso. Y lo usan para romper con los recortes a sus ingresos, pero también como recurso clásico de diferenciación política.El lado B de cada gobernador incluye una gran preocupación por el control de su feudo político. Encuentran en los candidatos libertarios una amenaza a sistemas de control que se arrastran desde hace décadas.El mismo partido gobierna durante más de un cuarto de siglo en provincias como La Rioja, Formosa, Corrientes, Misiones, Santiago del Estero, La Pampa, Córdoba y varias más. Y en la de Buenos Aires, donde vive casi el 40% del electorado, el peronismo gobernó en 10 de los últimos 11 períodos.Lo que en otros tiempos eran dos grandes fuerzas nacionales y algún que otro partido provincial, en las elecciones de octubre será distinto. Existe ahora una nueva fuerza nacional, construida desde el poder, que debutará en las provincias siendo oficialismo. El peronismo, antes hegemonizado por el kirchnerismo, es ahora un archipiélago de cuentapropistas que en muy pocos casos computarán sus votos luego de haber aceptado ser designados electoralmente por Cristina Kirchner. Solo algunos gobernadores aceptarán que todavía es la jefa y harán campaña en su nombre. Ni Axel Kicillof pondrá el nombre de la expresidenta por encima del suyo.Eso le da a Milei la oportunidad de ser la única fuerza nacional y acentuar la marca de su sello libertario. La dificultad que conlleva esto es que deberá enfrentar discursos diversos en cada caso. El reclamo conjunto de más fondos lo puede ayudar en ese sentido, pero al mismo tiempo lo expondrá a una campaña en la que desde distintos lugares tratarán de recaudar votos en nombre de las demandas insatisfechas y los heridos por el ajuste.Una campaña vieja y una demanda añeja como la de los gobernadores convivirán con un jefe político que celebra acelerar en las curvas. En el coche vamos todos. LA NACION