Un grupo de unos 100 presos que cumplen condena en cuatro cárceles de Córdoba están este martes fuera de sus celdas, vestidos como jugadores de rugby y tomados de la mano, en el patio del Módulo 2 de la cárcel de Bouwer.
Y rezan. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal”.
En minutos más, van a ser los principales protagonistas del Tercer Torneo de Rugby en Establecimientos Penitenciarios de Córdoba, que se disputa en el complejo carcelario de máxima seguridad de la capital provincial, el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse”, en la localidad de Bouwer.
Se trata de internos que comparten un mismo desafío. “Hacemos este deporte y oramos para tener una nueva oportunidad, y para muchos de nosotros, la única que nos dio la vida”, dice el capitán de los Ruaj, equipo que nació tras las rejas hace más de una década.
Tras la oración, alguien ofrece una explicación que mezcla fe y deporte: “En el rugby vamos todos para adelante. Dejamos atrás los errores del pasado y buscamos esa H que significan ‘humildad’ y ‘honestidad’”.
En Bouwer recibieron a sus compañeros de otras cárceles: la de San Francisco –donde un pabellón entero fue refuncionalizado para alojar a los jugadores, sin importar delito o reincidencia–, la de Río Cuarto y la de Cruz del Eje.
De esos penales salieron los otros tres equipos: Los Caranchos (San Francisco), Águilas (Río Cuarto) y Leones de Judá (Cruz del Eje).
El rugby como práctica de compañerismo y unidad
Alrededor de los jugadores hay otro centenar de personas. Muchas de ellas cumplen tareas voluntarias en las cárceles y acompañan a los “presos rugbiers” a jugar y, principalmente, a pensar.
Y también hay funcionarios del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, del Poder Judicial de Córdoba y Federal, y de la Agencia Córdoba Deportes.
Luis Calvimonte, vicepresidente de la Agencia Córdoba Deportes, fue uno de los primeros en hablar sobre el certamen.
“No voy a nombrar a cada autoridad porque me parece que el entusiasmo está en jugar, muchachos. Seguramente están con todas las pilas para el desafío. El deporte me regaló compañerismo, unidad, abrazos, y los mejores amigos que tengo. Como gobierno, estamos comprometidos a estar siempre al lado de ustedes”, les dijo a los jugadores que esperaban el minuto inicial.
Calvimonte recordó al juez federal Pablo Gustavo Montesi, impulsor del proyecto, y resaltó que la emoción de verlos abrazados cantando el himno “contagia alegría en un momento tan lindo como es el deporte”.
También habló Graciela Montesi, vicepresidenta de la Cámara Federal de Apelaciones e hija del juez federal que falleció en agosto de 2024.
“Hoy no estoy como funcionaria, sino en representación de Pablo, porque para él esto era muy importante. Comenzó a hacerlo realidad, dio mucho de su vida para que exista, y verlo continuar me pone muy contenta. Me permite sentirlo mucho más cerca”, dijo emocionada.
La resocialización y el rugby
Iván Ortega Tadei, secretario de Organización Penitenciaria, tiene a su cargo las cárceles de toda la provincia. Cuando le habló a los jugadores explicó la importancia de esta práctica deportiva.
“Queremos que el tratamiento penitenciario logre una resocialización efectiva. Lo hacemos con trabajo, cultura, evangelización y también con deporte. El rugby fortalece el cuerpo y el espíritu. Este es el partido del año: a veces se gana, a veces se pierde, pero lo importante es que todos lo disfruten”, planteó.
En un tono similar se expresó el presidente de la Unión Cordobesa de Rugby, Pablo Carballo. “Cuando somos chicos, el rugby nos enseña a correr para adelante y llevar la pelota en dos manos, para poder compartirla. En la cancha y en la vida es igual: no podemos solos. Buscamos que el día que salgan, los clubes de todo el país los reciban de brazos abiertos”, dijo.
Otro de los que tomó el micrófono fue Marcelo Ruiz, coordinador del Proyecto Ruaj, el equipo de rugby en Bouwer que ofició de local este martes.
“Hace 13 años que comenzó este sueño. El día que pasé el ingreso a Bouwer mi vida cambió. A los muchachos les digo que la H en la cancha nos recuerda que somos hijos de Dios, hombres honestos y humildes. Cada vez que nos caemos, hay que levantarse”, sostuvo.
Ruiz dijo que su propia vida cambió cuando pudo superar los prejuicios que tenía antes de ingresar a la penitenciaría. Y le habló a la sociedad: “Acá hay una gran cantidad de hombres que esperan una oportunidad”.
Espiritualidad, deporte, estudio y trabajo a través del rugby
El ministro de Justicia y Trabajo de Córdoba, Julián López, dedicó su intervención a enumerar los pilares que intenta promover su cartera.
“El proyecto tiene cuatro pilares: espiritualidad, deporte, estudio y trabajo. En los lugares donde los internos practican rugby, la reincidencia bajó del 70% al 5%. En San Francisco, por primera vez, se armó un pabellón sin mirar delitos ni reincidencia, solo que fueran jugadores del mismo equipo. Hoy es un ejemplo para toda la provincia”, comentó.
López pidió que el “cura gaucho” Brochero –santo universal y Patrono de Córdoba–, proteja a los jugadores, y concluyó: “Ya ganaron todos. Son un ejemplo para otros internos y para nosotros”.
“La vida te taclea y te levantas por tu equipo”
Donde la libertad parece inalcanzable, el proyecto basado en el rugby demuestra que la reinserción social no es una utopía. “Metal”, como le dicen en el pabellón, es el capitán del equipo Ruaj y uno de los internos con más de 31 años ininterrumpidos de privación de libertad.
“Hoy día no me encuentro en una prisión. Soy libre, me siento libre, mi espíritu, mi mente y mi cuerpo también. Soy un jugador de rugby”, comentó en conversación con La Voz.
“Metal” lleva participando más de tres años del proyecto y este fue su segundo partido. Lo que comenzó como una forma de ejercitar, “para hacer gimnasia, hoy me tiene enamorado”, explicó.
La práctica de un día a la semana en la cancha, donde se ejercitan valores como el respeto y la humildad, “se trasladó al día a día en el pabellón, convirtiéndose en un hábito”, agregó.
El capitán enfatizó que la esencia del rugby, con su “garra”, es comparable a la vida misma: “La vida te golpea, te taclea, pero te tenés que levantar por tu equipo”.
Para Ruaj, este proyecto va más allá del deporte; es una manifestación de fe y “peleamos por una oportunidad, no por una que nos regalan, sino una oportunidad que buscamos”, expresó.
“Metal” habló de la recuperación de la dignidad. Resaltó que los entrenadores y colaboradores los tratan “como personas”, algo que contrasta fuertemente con la percepción de que “interno, o preso, no es sinónimo de persona, sino de cosa”.
Este reconocimiento de la humanidad es fundamental: “Somos personas y nos sentimos personas”.
El impacto del proyecto es innegable. “Metal” aseguró que los entrenadores “me cambiaron rotundamente la vida y me convencieron de que vale la pena tener una buena vida”.
Esta transformación no es aislada; se observa en otros internos, quienes forman una verdadera hermandad. Antes, muchos entraban y salían de la cárcel en un ciclo vicioso, pero el proyecto de rugby les permitió “empezar a trabajar, estudiar y no buscar lo fácil”.
Esta disciplina, producto de lo “áspero” del deporte, la comparan con los desafíos de la vida.
Después de más de tres años, una vez a la semana, cada sesión se convierte en una oportunidad para aprender algo nuevo y bueno. “Siempre aprendo algo”, concluyó.
Mucho más que un torneo de rugby
Durante la jornada se mezclaron las emociones y las jugadas, las arengas y los abrazos. Los internos llegaron con sus camisetas donadas y banderas hechas a mano.
Los árbitros, voluntarios y entrenadores –varios exjugadores profesionales– controlaban que todo se desarrollara con intensidad, pero también con respeto.
Al costado de la cancha que se armó en Bouwer hace algunos años para esta práctica deportiva, había colaboradores y técnicos, personal penitenciario y un numeroso equipo que siguió cada detalle del cotejo deportivo.
En el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse” se pudo vivir un momento poco frecuente. Quienes practican el deporte todos los días tras las rejas pudieron competir siendo aplaudidos por quienes una vez por semana dejan su trabajo de lado y comparten valores en equipo.
No fueron con la idea de ganar la copa, sino que jugaron con la mente puesta en el proceso que los llevará a salir de la cárcel y encontrar su oportunidad.
Un grupo de unos 100 presos que cumplen condena en cuatro cárceles de Córdoba están este martes fuera de sus celdas, vestidos como jugadores de rugby y tomados de la mano, en el patio del Módulo 2 de la cárcel de Bouwer.
Y rezan. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal”.
En minutos más, van a ser los principales protagonistas del Tercer Torneo de Rugby en Establecimientos Penitenciarios de Córdoba, que se disputa en el complejo carcelario de máxima seguridad de la capital provincial, el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse”, en la localidad de Bouwer.
Se trata de internos que comparten un mismo desafío. “Hacemos este deporte y oramos para tener una nueva oportunidad, y para muchos de nosotros, la única que nos dio la vida”, dice el capitán de los Ruaj, equipo que nació tras las rejas hace más de una década.
Tras la oración, alguien ofrece una explicación que mezcla fe y deporte: “En el rugby vamos todos para adelante. Dejamos atrás los errores del pasado y buscamos esa H que significan ‘humildad’ y ‘honestidad’”.
En Bouwer recibieron a sus compañeros de otras cárceles: la de San Francisco –donde un pabellón entero fue refuncionalizado para alojar a los jugadores, sin importar delito o reincidencia–, la de Río Cuarto y la de Cruz del Eje.
De esos penales salieron los otros tres equipos: Los Caranchos (San Francisco), Águilas (Río Cuarto) y Leones de Judá (Cruz del Eje).
El rugby como práctica de compañerismo y unidad
Alrededor de los jugadores hay otro centenar de personas. Muchas de ellas cumplen tareas voluntarias en las cárceles y acompañan a los “presos rugbiers” a jugar y, principalmente, a pensar.
Y también hay funcionarios del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, del Poder Judicial de Córdoba y Federal, y de la Agencia Córdoba Deportes.
Luis Calvimonte, vicepresidente de la Agencia Córdoba Deportes, fue uno de los primeros en hablar sobre el certamen.
“No voy a nombrar a cada autoridad porque me parece que el entusiasmo está en jugar, muchachos. Seguramente están con todas las pilas para el desafío. El deporte me regaló compañerismo, unidad, abrazos, y los mejores amigos que tengo. Como gobierno, estamos comprometidos a estar siempre al lado de ustedes”, les dijo a los jugadores que esperaban el minuto inicial.
Calvimonte recordó al juez federal Pablo Gustavo Montesi, impulsor del proyecto, y resaltó que la emoción de verlos abrazados cantando el himno “contagia alegría en un momento tan lindo como es el deporte”.
También habló Graciela Montesi, vicepresidenta de la Cámara Federal de Apelaciones e hija del juez federal que falleció en agosto de 2024.
“Hoy no estoy como funcionaria, sino en representación de Pablo, porque para él esto era muy importante. Comenzó a hacerlo realidad, dio mucho de su vida para que exista, y verlo continuar me pone muy contenta. Me permite sentirlo mucho más cerca”, dijo emocionada.
La resocialización y el rugby
Iván Ortega Tadei, secretario de Organización Penitenciaria, tiene a su cargo las cárceles de toda la provincia. Cuando le habló a los jugadores explicó la importancia de esta práctica deportiva.
“Queremos que el tratamiento penitenciario logre una resocialización efectiva. Lo hacemos con trabajo, cultura, evangelización y también con deporte. El rugby fortalece el cuerpo y el espíritu. Este es el partido del año: a veces se gana, a veces se pierde, pero lo importante es que todos lo disfruten”, planteó.
En un tono similar se expresó el presidente de la Unión Cordobesa de Rugby, Pablo Carballo. “Cuando somos chicos, el rugby nos enseña a correr para adelante y llevar la pelota en dos manos, para poder compartirla. En la cancha y en la vida es igual: no podemos solos. Buscamos que el día que salgan, los clubes de todo el país los reciban de brazos abiertos”, dijo.
Otro de los que tomó el micrófono fue Marcelo Ruiz, coordinador del Proyecto Ruaj, el equipo de rugby en Bouwer que ofició de local este martes.
“Hace 13 años que comenzó este sueño. El día que pasé el ingreso a Bouwer mi vida cambió. A los muchachos les digo que la H en la cancha nos recuerda que somos hijos de Dios, hombres honestos y humildes. Cada vez que nos caemos, hay que levantarse”, sostuvo.
Ruiz dijo que su propia vida cambió cuando pudo superar los prejuicios que tenía antes de ingresar a la penitenciaría. Y le habló a la sociedad: “Acá hay una gran cantidad de hombres que esperan una oportunidad”.
Espiritualidad, deporte, estudio y trabajo a través del rugby
El ministro de Justicia y Trabajo de Córdoba, Julián López, dedicó su intervención a enumerar los pilares que intenta promover su cartera.
“El proyecto tiene cuatro pilares: espiritualidad, deporte, estudio y trabajo. En los lugares donde los internos practican rugby, la reincidencia bajó del 70% al 5%. En San Francisco, por primera vez, se armó un pabellón sin mirar delitos ni reincidencia, solo que fueran jugadores del mismo equipo. Hoy es un ejemplo para toda la provincia”, comentó.
López pidió que el “cura gaucho” Brochero –santo universal y Patrono de Córdoba–, proteja a los jugadores, y concluyó: “Ya ganaron todos. Son un ejemplo para otros internos y para nosotros”.
“La vida te taclea y te levantas por tu equipo”
Donde la libertad parece inalcanzable, el proyecto basado en el rugby demuestra que la reinserción social no es una utopía. “Metal”, como le dicen en el pabellón, es el capitán del equipo Ruaj y uno de los internos con más de 31 años ininterrumpidos de privación de libertad.
“Hoy día no me encuentro en una prisión. Soy libre, me siento libre, mi espíritu, mi mente y mi cuerpo también. Soy un jugador de rugby”, comentó en conversación con La Voz.
“Metal” lleva participando más de tres años del proyecto y este fue su segundo partido. Lo que comenzó como una forma de ejercitar, “para hacer gimnasia, hoy me tiene enamorado”, explicó.
La práctica de un día a la semana en la cancha, donde se ejercitan valores como el respeto y la humildad, “se trasladó al día a día en el pabellón, convirtiéndose en un hábito”, agregó.
El capitán enfatizó que la esencia del rugby, con su “garra”, es comparable a la vida misma: “La vida te golpea, te taclea, pero te tenés que levantar por tu equipo”.
Para Ruaj, este proyecto va más allá del deporte; es una manifestación de fe y “peleamos por una oportunidad, no por una que nos regalan, sino una oportunidad que buscamos”, expresó.
“Metal” habló de la recuperación de la dignidad. Resaltó que los entrenadores y colaboradores los tratan “como personas”, algo que contrasta fuertemente con la percepción de que “interno, o preso, no es sinónimo de persona, sino de cosa”.
Este reconocimiento de la humanidad es fundamental: “Somos personas y nos sentimos personas”.
El impacto del proyecto es innegable. “Metal” aseguró que los entrenadores “me cambiaron rotundamente la vida y me convencieron de que vale la pena tener una buena vida”.
Esta transformación no es aislada; se observa en otros internos, quienes forman una verdadera hermandad. Antes, muchos entraban y salían de la cárcel en un ciclo vicioso, pero el proyecto de rugby les permitió “empezar a trabajar, estudiar y no buscar lo fácil”.
Esta disciplina, producto de lo “áspero” del deporte, la comparan con los desafíos de la vida.
Después de más de tres años, una vez a la semana, cada sesión se convierte en una oportunidad para aprender algo nuevo y bueno. “Siempre aprendo algo”, concluyó.
Mucho más que un torneo de rugby
Durante la jornada se mezclaron las emociones y las jugadas, las arengas y los abrazos. Los internos llegaron con sus camisetas donadas y banderas hechas a mano.
Los árbitros, voluntarios y entrenadores –varios exjugadores profesionales– controlaban que todo se desarrollara con intensidad, pero también con respeto.
Al costado de la cancha que se armó en Bouwer hace algunos años para esta práctica deportiva, había colaboradores y técnicos, personal penitenciario y un numeroso equipo que siguió cada detalle del cotejo deportivo.
En el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse” se pudo vivir un momento poco frecuente. Quienes practican el deporte todos los días tras las rejas pudieron competir siendo aplaudidos por quienes una vez por semana dejan su trabajo de lado y comparten valores en equipo.
No fueron con la idea de ganar la copa, sino que jugaron con la mente puesta en el proceso que los llevará a salir de la cárcel y encontrar su oportunidad.
Un grupo de unos 100 presos que cumplen condena en cuatro cárceles de Córdoba están este martes fuera de sus celdas, vestidos como jugadores de rugby y tomados de la mano, en el patio del Módulo 2 de la cárcel de Bouwer. Y rezan. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal”.En minutos más, van a ser los principales protagonistas del Tercer Torneo de Rugby en Establecimientos Penitenciarios de Córdoba, que se disputa en el complejo carcelario de máxima seguridad de la capital provincial, el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse”, en la localidad de Bouwer.Se trata de internos que comparten un mismo desafío. “Hacemos este deporte y oramos para tener una nueva oportunidad, y para muchos de nosotros, la única que nos dio la vida”, dice el capitán de los Ruaj, equipo que nació tras las rejas hace más de una década.Tras la oración, alguien ofrece una explicación que mezcla fe y deporte: “En el rugby vamos todos para adelante. Dejamos atrás los errores del pasado y buscamos esa H que significan ‘humildad’ y ‘honestidad’”.En Bouwer recibieron a sus compañeros de otras cárceles: la de San Francisco –donde un pabellón entero fue refuncionalizado para alojar a los jugadores, sin importar delito o reincidencia–, la de Río Cuarto y la de Cruz del Eje. De esos penales salieron los otros tres equipos: Los Caranchos (San Francisco), Águilas (Río Cuarto) y Leones de Judá (Cruz del Eje).El rugby como práctica de compañerismo y unidadAlrededor de los jugadores hay otro centenar de personas. Muchas de ellas cumplen tareas voluntarias en las cárceles y acompañan a los “presos rugbiers” a jugar y, principalmente, a pensar.Y también hay funcionarios del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, del Poder Judicial de Córdoba y Federal, y de la Agencia Córdoba Deportes.Luis Calvimonte, vicepresidente de la Agencia Córdoba Deportes, fue uno de los primeros en hablar sobre el certamen.“No voy a nombrar a cada autoridad porque me parece que el entusiasmo está en jugar, muchachos. Seguramente están con todas las pilas para el desafío. El deporte me regaló compañerismo, unidad, abrazos, y los mejores amigos que tengo. Como gobierno, estamos comprometidos a estar siempre al lado de ustedes”, les dijo a los jugadores que esperaban el minuto inicial.Calvimonte recordó al juez federal Pablo Gustavo Montesi, impulsor del proyecto, y resaltó que la emoción de verlos abrazados cantando el himno “contagia alegría en un momento tan lindo como es el deporte”.También habló Graciela Montesi, vicepresidenta de la Cámara Federal de Apelaciones e hija del juez federal que falleció en agosto de 2024.“Hoy no estoy como funcionaria, sino en representación de Pablo, porque para él esto era muy importante. Comenzó a hacerlo realidad, dio mucho de su vida para que exista, y verlo continuar me pone muy contenta. Me permite sentirlo mucho más cerca”, dijo emocionada.La resocialización y el rugbyIván Ortega Tadei, secretario de Organización Penitenciaria, tiene a su cargo las cárceles de toda la provincia. Cuando le habló a los jugadores explicó la importancia de esta práctica deportiva.“Queremos que el tratamiento penitenciario logre una resocialización efectiva. Lo hacemos con trabajo, cultura, evangelización y también con deporte. El rugby fortalece el cuerpo y el espíritu. Este es el partido del año: a veces se gana, a veces se pierde, pero lo importante es que todos lo disfruten”, planteó.En un tono similar se expresó el presidente de la Unión Cordobesa de Rugby, Pablo Carballo. “Cuando somos chicos, el rugby nos enseña a correr para adelante y llevar la pelota en dos manos, para poder compartirla. En la cancha y en la vida es igual: no podemos solos. Buscamos que el día que salgan, los clubes de todo el país los reciban de brazos abiertos”, dijo.Otro de los que tomó el micrófono fue Marcelo Ruiz, coordinador del Proyecto Ruaj, el equipo de rugby en Bouwer que ofició de local este martes.“Hace 13 años que comenzó este sueño. El día que pasé el ingreso a Bouwer mi vida cambió. A los muchachos les digo que la H en la cancha nos recuerda que somos hijos de Dios, hombres honestos y humildes. Cada vez que nos caemos, hay que levantarse”, sostuvo.Ruiz dijo que su propia vida cambió cuando pudo superar los prejuicios que tenía antes de ingresar a la penitenciaría. Y le habló a la sociedad: “Acá hay una gran cantidad de hombres que esperan una oportunidad”.Espiritualidad, deporte, estudio y trabajo a través del rugbyEl ministro de Justicia y Trabajo de Córdoba, Julián López, dedicó su intervención a enumerar los pilares que intenta promover su cartera. “El proyecto tiene cuatro pilares: espiritualidad, deporte, estudio y trabajo. En los lugares donde los internos practican rugby, la reincidencia bajó del 70% al 5%. En San Francisco, por primera vez, se armó un pabellón sin mirar delitos ni reincidencia, solo que fueran jugadores del mismo equipo. Hoy es un ejemplo para toda la provincia”, comentó.López pidió que el “cura gaucho” Brochero –santo universal y Patrono de Córdoba–, proteja a los jugadores, y concluyó: “Ya ganaron todos. Son un ejemplo para otros internos y para nosotros”.“La vida te taclea y te levantas por tu equipo”Donde la libertad parece inalcanzable, el proyecto basado en el rugby demuestra que la reinserción social no es una utopía. “Metal”, como le dicen en el pabellón, es el capitán del equipo Ruaj y uno de los internos con más de 31 años ininterrumpidos de privación de libertad. “Hoy día no me encuentro en una prisión. Soy libre, me siento libre, mi espíritu, mi mente y mi cuerpo también. Soy un jugador de rugby”, comentó en conversación con La Voz.“Metal” lleva participando más de tres años del proyecto y este fue su segundo partido. Lo que comenzó como una forma de ejercitar, “para hacer gimnasia, hoy me tiene enamorado”, explicó.La práctica de un día a la semana en la cancha, donde se ejercitan valores como el respeto y la humildad, “se trasladó al día a día en el pabellón, convirtiéndose en un hábito”, agregó. El capitán enfatizó que la esencia del rugby, con su “garra”, es comparable a la vida misma: “La vida te golpea, te taclea, pero te tenés que levantar por tu equipo”. Para Ruaj, este proyecto va más allá del deporte; es una manifestación de fe y “peleamos por una oportunidad, no por una que nos regalan, sino una oportunidad que buscamos”, expresó.“Metal” habló de la recuperación de la dignidad. Resaltó que los entrenadores y colaboradores los tratan “como personas”, algo que contrasta fuertemente con la percepción de que “interno, o preso, no es sinónimo de persona, sino de cosa”. Este reconocimiento de la humanidad es fundamental: “Somos personas y nos sentimos personas”.El impacto del proyecto es innegable. “Metal” aseguró que los entrenadores “me cambiaron rotundamente la vida y me convencieron de que vale la pena tener una buena vida”. Esta transformación no es aislada; se observa en otros internos, quienes forman una verdadera hermandad. Antes, muchos entraban y salían de la cárcel en un ciclo vicioso, pero el proyecto de rugby les permitió “empezar a trabajar, estudiar y no buscar lo fácil”. Esta disciplina, producto de lo “áspero” del deporte, la comparan con los desafíos de la vida.Después de más de tres años, una vez a la semana, cada sesión se convierte en una oportunidad para aprender algo nuevo y bueno. “Siempre aprendo algo”, concluyó.Mucho más que un torneo de rugbyDurante la jornada se mezclaron las emociones y las jugadas, las arengas y los abrazos. Los internos llegaron con sus camisetas donadas y banderas hechas a mano. Los árbitros, voluntarios y entrenadores –varios exjugadores profesionales– controlaban que todo se desarrollara con intensidad, pero también con respeto.Al costado de la cancha que se armó en Bouwer hace algunos años para esta práctica deportiva, había colaboradores y técnicos, personal penitenciario y un numeroso equipo que siguió cada detalle del cotejo deportivo. En el Complejo Carcelario N° 1 “Francisco Luchesse” se pudo vivir un momento poco frecuente. Quienes practican el deporte todos los días tras las rejas pudieron competir siendo aplaudidos por quienes una vez por semana dejan su trabajo de lado y comparten valores en equipo. No fueron con la idea de ganar la copa, sino que jugaron con la mente puesta en el proceso que los llevará a salir de la cárcel y encontrar su oportunidad. La Voz