Cuando decidió ponerse los guantes por primera vez pensó en ella. Se vio reflejado en ella. En esa mujer todopoderosa que veía arriba de un ring. Y que, encima, había vivido en el barrio del club de sus amores.
Por todo eso, la noticia que sacudió al deporte argentino en los últimos días, le pegó de una manera distinta a Sandra Villarruel, “La Gloriosa”, una destacada boxeadora cordobesa.
El fallecimiento de Alejandra “Locomotora” Oliveras y ese fatal desenlace se llevó para Sandra una referente, una deportista admirada. Y también una persona de carne y hueso que pudo conocer. Ver de cerca.
El ambiente del boxeo y del deporte en general sigue consternado por el fallecimiento de “Locomotora” Oliveras.
La jujeña había sufrido un ACV y permanecía internada hace dos semanas en el hospital José María Cullen de Santa Fe.
Su partida también pegó en Alta Córdoba, barrio donde vivió, y en Instituto, club del que dijo sentirse hincha por haber transitado esas calles cercanas al Monumental y conocer a su gente.
“Yo viví mucho tiempo al frente de la cancha, en la calle Calderón de la Barca. Cada vez que jugaba Instituto te contagiaba eso de los hinchas, de las ganas, de la fuerza”, supo contar Alejandra. El sentimiento glorioso estaba en su piel.
El club la despidió también en sus redes sociales tras la noticia de su fallecimiento. “QEPD, Alejandra Oliveras. Nuestra institución despide con profundo pesar a una gran luchadora del deporte. Locomotora fue una campeona dentro y fuera del ring. Gracias por tu inspiración, por tu legado y por compartir la pasión”.
De la “Gloriosa” para “Locomotora”
Sandra conserva algunos momentos hermosos junto a Alejandra. Entrenamientos, charlas y una camiseta de Instituto que supo regalarle, en una foto que quedó para siempre juntas.
“Yo cuando empecé a ser boxeadora, habré tenido tres peleas, y me mandaron a hacer un entrenamiento en Santo Tomé, en Santa Fe. Ahí entrenamos con la ‘Locomotora’. Para mí fue algo hermoso porque recién me estaba iniciado. Estaba chocha… Creo que no entrené por estar mirándola y el profe me retaba (risas)… Que preste atención y la deje de mirar. Me gustaba todo de ella. Era muy profesional, cómo se movía, cómo la manejaban los promotores. Siempre la admiré”, destaca Sandra ante La Voz, a la que siempre se puede ver en la cancha cada vez que juega la Gloria. Jamás falta.
“La ‘Locomotora’ y la ‘Tigresa’ (por Marcela) Acuña son mis referentes en el boxeo, desde que empecé. El ambiente del boxeo es cerrado, chiquito, todos nos conocemos con todos. Tuve la posibilidad de entrenar varias veces con ella, verla y compartir eventos. Nunca peleamos en el mismo evento las dos. Como boxeadora fue una máquina. Fue una grande. Me pegó fuerte le tema de su muerte, porque era una persona sana, con muchas ganas de vivir. Eso demostraba siempre”, completa.
Villarruel ya llegó a debutar profesionalmente con el boxeo, en el peso mosca, aunque a la par tiene una vida: es chofer de colectivos urbanos en Córdoba, de la línea 31. Siempre con una sonrisa para el pasajero y charlando sobre Instituto.
Obviamente, esa sonrisa por estos días esconde también la tristeza por el fallecimiento de “Locomotora”.
“Cuando avisaron que había mejorado pensé que ya estaba… ‘No hay forma que se muera con lo luchadora que es’, pensé. La verdad que me sorprendió como terminó todo. Se dicen muchas cosas de anabólicos y cosas que tomaba. Nosotros como boxeadores no tomamos nada. Somos todos re sanos y somos menuditos. Porque tenemos que ser rápidos. Cuando dejó el boxeo, se puso más grandota, quizá tomando suplementos. Pero un boxeador nunca va a tener ese cuerpo, no hay forma. Ella lo tenía porque se inclinó más a la musculación. A nosotros nos hacen controles una vez al año y se fijan en todo, de los pelos a la punta de los pies. Todo esto me dejó medio triste”, agregó “la Gloriosa”, que recuerda aquel momento de la foto y la camiseta: “Ella re seria, entrenaba así… Y cuando terminaba de entrenar cambiaba el chip. Yo siempre llevaba ropa de Instituto, siempre llevo algo de la Gloria. Después nos cambiamos y bañamos en la casa de ella. Ahí le dije que era de Instituto y que me decían la ‘Gloriosa’. Ahí me contó que vivió en Alta Córdoba, que simpatizaba para el club. En ese momento le regalé mi camiseta y nos sacamos esa foto… Y sí, era de Instituto la ‘Locomotora’”.
“La pasión por Instituto la tengo desde que tengo uso de razón. Mi hermano jugaba al futbol en el club, mi papa lo llevaba a la cancha y yo venía a verlo. Los colores me enamoraron y se me llenó el pecho de alegría cuando vine por primera vez. Después me escapaba sola y es hasta el día de hoy que vengo sola también o con la familia. Soy la más loca de la familia. Desde que empecé a boxear y a ganar, me puse la camiseta de Instituto para hacerle el aguante y de ahí salió el apodo La Gloriosa y me encanta”, señala sobre su historia.
Del ring al barrio. De una ídola a una heredera. De una camiseta compartida a una pasión que no muere.
De “La Gloriosa” para “La Locomotora”, con los guantes bien puestos, el corazón al rojo vivo y el aliento de Instituto que las une para siempre.
Cuando decidió ponerse los guantes por primera vez pensó en ella. Se vio reflejado en ella. En esa mujer todopoderosa que veía arriba de un ring. Y que, encima, había vivido en el barrio del club de sus amores.
Por todo eso, la noticia que sacudió al deporte argentino en los últimos días, le pegó de una manera distinta a Sandra Villarruel, “La Gloriosa”, una destacada boxeadora cordobesa.
El fallecimiento de Alejandra “Locomotora” Oliveras y ese fatal desenlace se llevó para Sandra una referente, una deportista admirada. Y también una persona de carne y hueso que pudo conocer. Ver de cerca.
El ambiente del boxeo y del deporte en general sigue consternado por el fallecimiento de “Locomotora” Oliveras.
La jujeña había sufrido un ACV y permanecía internada hace dos semanas en el hospital José María Cullen de Santa Fe.
Su partida también pegó en Alta Córdoba, barrio donde vivió, y en Instituto, club del que dijo sentirse hincha por haber transitado esas calles cercanas al Monumental y conocer a su gente.
“Yo viví mucho tiempo al frente de la cancha, en la calle Calderón de la Barca. Cada vez que jugaba Instituto te contagiaba eso de los hinchas, de las ganas, de la fuerza”, supo contar Alejandra. El sentimiento glorioso estaba en su piel.
El club la despidió también en sus redes sociales tras la noticia de su fallecimiento. “QEPD, Alejandra Oliveras. Nuestra institución despide con profundo pesar a una gran luchadora del deporte. Locomotora fue una campeona dentro y fuera del ring. Gracias por tu inspiración, por tu legado y por compartir la pasión”.
De la “Gloriosa” para “Locomotora”
Sandra conserva algunos momentos hermosos junto a Alejandra. Entrenamientos, charlas y una camiseta de Instituto que supo regalarle, en una foto que quedó para siempre juntas.
“Yo cuando empecé a ser boxeadora, habré tenido tres peleas, y me mandaron a hacer un entrenamiento en Santo Tomé, en Santa Fe. Ahí entrenamos con la ‘Locomotora’. Para mí fue algo hermoso porque recién me estaba iniciado. Estaba chocha… Creo que no entrené por estar mirándola y el profe me retaba (risas)… Que preste atención y la deje de mirar. Me gustaba todo de ella. Era muy profesional, cómo se movía, cómo la manejaban los promotores. Siempre la admiré”, destaca Sandra ante La Voz, a la que siempre se puede ver en la cancha cada vez que juega la Gloria. Jamás falta.
“La ‘Locomotora’ y la ‘Tigresa’ (por Marcela) Acuña son mis referentes en el boxeo, desde que empecé. El ambiente del boxeo es cerrado, chiquito, todos nos conocemos con todos. Tuve la posibilidad de entrenar varias veces con ella, verla y compartir eventos. Nunca peleamos en el mismo evento las dos. Como boxeadora fue una máquina. Fue una grande. Me pegó fuerte le tema de su muerte, porque era una persona sana, con muchas ganas de vivir. Eso demostraba siempre”, completa.
Villarruel ya llegó a debutar profesionalmente con el boxeo, en el peso mosca, aunque a la par tiene una vida: es chofer de colectivos urbanos en Córdoba, de la línea 31. Siempre con una sonrisa para el pasajero y charlando sobre Instituto.
Obviamente, esa sonrisa por estos días esconde también la tristeza por el fallecimiento de “Locomotora”.
“Cuando avisaron que había mejorado pensé que ya estaba… ‘No hay forma que se muera con lo luchadora que es’, pensé. La verdad que me sorprendió como terminó todo. Se dicen muchas cosas de anabólicos y cosas que tomaba. Nosotros como boxeadores no tomamos nada. Somos todos re sanos y somos menuditos. Porque tenemos que ser rápidos. Cuando dejó el boxeo, se puso más grandota, quizá tomando suplementos. Pero un boxeador nunca va a tener ese cuerpo, no hay forma. Ella lo tenía porque se inclinó más a la musculación. A nosotros nos hacen controles una vez al año y se fijan en todo, de los pelos a la punta de los pies. Todo esto me dejó medio triste”, agregó “la Gloriosa”, que recuerda aquel momento de la foto y la camiseta: “Ella re seria, entrenaba así… Y cuando terminaba de entrenar cambiaba el chip. Yo siempre llevaba ropa de Instituto, siempre llevo algo de la Gloria. Después nos cambiamos y bañamos en la casa de ella. Ahí le dije que era de Instituto y que me decían la ‘Gloriosa’. Ahí me contó que vivió en Alta Córdoba, que simpatizaba para el club. En ese momento le regalé mi camiseta y nos sacamos esa foto… Y sí, era de Instituto la ‘Locomotora’”.
“La pasión por Instituto la tengo desde que tengo uso de razón. Mi hermano jugaba al futbol en el club, mi papa lo llevaba a la cancha y yo venía a verlo. Los colores me enamoraron y se me llenó el pecho de alegría cuando vine por primera vez. Después me escapaba sola y es hasta el día de hoy que vengo sola también o con la familia. Soy la más loca de la familia. Desde que empecé a boxear y a ganar, me puse la camiseta de Instituto para hacerle el aguante y de ahí salió el apodo La Gloriosa y me encanta”, señala sobre su historia.
Del ring al barrio. De una ídola a una heredera. De una camiseta compartida a una pasión que no muere.
De “La Gloriosa” para “La Locomotora”, con los guantes bien puestos, el corazón al rojo vivo y el aliento de Instituto que las une para siempre.
Cuando decidió ponerse los guantes por primera vez pensó en ella. Se vio reflejado en ella. En esa mujer todopoderosa que veía arriba de un ring. Y que, encima, había vivido en el barrio del club de sus amores.Por todo eso, la noticia que sacudió al deporte argentino en los últimos días, le pegó de una manera distinta a Sandra Villarruel, “La Gloriosa”, una destacada boxeadora cordobesa.El fallecimiento de Alejandra “Locomotora” Oliveras y ese fatal desenlace se llevó para Sandra una referente, una deportista admirada. Y también una persona de carne y hueso que pudo conocer. Ver de cerca.El ambiente del boxeo y del deporte en general sigue consternado por el fallecimiento de “Locomotora” Oliveras.La jujeña había sufrido un ACV y permanecía internada hace dos semanas en el hospital José María Cullen de Santa Fe. Su partida también pegó en Alta Córdoba, barrio donde vivió, y en Instituto, club del que dijo sentirse hincha por haber transitado esas calles cercanas al Monumental y conocer a su gente.“Yo viví mucho tiempo al frente de la cancha, en la calle Calderón de la Barca. Cada vez que jugaba Instituto te contagiaba eso de los hinchas, de las ganas, de la fuerza”, supo contar Alejandra. El sentimiento glorioso estaba en su piel.El club la despidió también en sus redes sociales tras la noticia de su fallecimiento. “QEPD, Alejandra Oliveras. Nuestra institución despide con profundo pesar a una gran luchadora del deporte. Locomotora fue una campeona dentro y fuera del ring. Gracias por tu inspiración, por tu legado y por compartir la pasión”.De la “Gloriosa” para “Locomotora”Sandra conserva algunos momentos hermosos junto a Alejandra. Entrenamientos, charlas y una camiseta de Instituto que supo regalarle, en una foto que quedó para siempre juntas.“Yo cuando empecé a ser boxeadora, habré tenido tres peleas, y me mandaron a hacer un entrenamiento en Santo Tomé, en Santa Fe. Ahí entrenamos con la ‘Locomotora’. Para mí fue algo hermoso porque recién me estaba iniciado. Estaba chocha… Creo que no entrené por estar mirándola y el profe me retaba (risas)… Que preste atención y la deje de mirar. Me gustaba todo de ella. Era muy profesional, cómo se movía, cómo la manejaban los promotores. Siempre la admiré”, destaca Sandra ante La Voz, a la que siempre se puede ver en la cancha cada vez que juega la Gloria. Jamás falta.“La ‘Locomotora’ y la ‘Tigresa’ (por Marcela) Acuña son mis referentes en el boxeo, desde que empecé. El ambiente del boxeo es cerrado, chiquito, todos nos conocemos con todos. Tuve la posibilidad de entrenar varias veces con ella, verla y compartir eventos. Nunca peleamos en el mismo evento las dos. Como boxeadora fue una máquina. Fue una grande. Me pegó fuerte le tema de su muerte, porque era una persona sana, con muchas ganas de vivir. Eso demostraba siempre”, completa.Villarruel ya llegó a debutar profesionalmente con el boxeo, en el peso mosca, aunque a la par tiene una vida: es chofer de colectivos urbanos en Córdoba, de la línea 31. Siempre con una sonrisa para el pasajero y charlando sobre Instituto.Obviamente, esa sonrisa por estos días esconde también la tristeza por el fallecimiento de “Locomotora”.“Cuando avisaron que había mejorado pensé que ya estaba… ‘No hay forma que se muera con lo luchadora que es’, pensé. La verdad que me sorprendió como terminó todo. Se dicen muchas cosas de anabólicos y cosas que tomaba. Nosotros como boxeadores no tomamos nada. Somos todos re sanos y somos menuditos. Porque tenemos que ser rápidos. Cuando dejó el boxeo, se puso más grandota, quizá tomando suplementos. Pero un boxeador nunca va a tener ese cuerpo, no hay forma. Ella lo tenía porque se inclinó más a la musculación. A nosotros nos hacen controles una vez al año y se fijan en todo, de los pelos a la punta de los pies. Todo esto me dejó medio triste”, agregó “la Gloriosa”, que recuerda aquel momento de la foto y la camiseta: “Ella re seria, entrenaba así… Y cuando terminaba de entrenar cambiaba el chip. Yo siempre llevaba ropa de Instituto, siempre llevo algo de la Gloria. Después nos cambiamos y bañamos en la casa de ella. Ahí le dije que era de Instituto y que me decían la ‘Gloriosa’. Ahí me contó que vivió en Alta Córdoba, que simpatizaba para el club. En ese momento le regalé mi camiseta y nos sacamos esa foto… Y sí, era de Instituto la ‘Locomotora’”.“La pasión por Instituto la tengo desde que tengo uso de razón. Mi hermano jugaba al futbol en el club, mi papa lo llevaba a la cancha y yo venía a verlo. Los colores me enamoraron y se me llenó el pecho de alegría cuando vine por primera vez. Después me escapaba sola y es hasta el día de hoy que vengo sola también o con la familia. Soy la más loca de la familia. Desde que empecé a boxear y a ganar, me puse la camiseta de Instituto para hacerle el aguante y de ahí salió el apodo La Gloriosa y me encanta”, señala sobre su historia.Del ring al barrio. De una ídola a una heredera. De una camiseta compartida a una pasión que no muere.De “La Gloriosa” para “La Locomotora”, con los guantes bien puestos, el corazón al rojo vivo y el aliento de Instituto que las une para siempre. La Voz