Octubre de 2002. Las cámaras de las revistas más importantes capturan el momento que todos esperan: Carolina “Pampita” Ardohain, la modelo más codiciada del país, camina hacia el altar para casarse con Martín Barrantes, un polista de la alta sociedad porteña. La ceremonia parece sacada de una película de Hollywood, pero nadie imagina que esta historia de amor terminará en los tribunales y marcará uno de los escándalos más sonados de la farándula argentina.
La boda que debía sellar un romance perfecto se convirtió en el primer capítulo de una saga judicial que sacudió al mundo del espectáculo durante años. Hoy, más de dos décadas después, los protagonistas han reconstruido sus vidas, pero aquella ceremonia en los campos pampeanos sigue siendo recordada como el inicio de una batalla legal sin precedentes.
El cupido que unió dos mundos
El primer encuentro entre Pampita y Martín Barrantes no fue casualidad. Iván de Pineda actuó como cupido al presentar a su amigo polista con la modelo del momento. Era el año 2000 y Carolina ya había conquistado las portadas de las revistas más importantes del país.
La pampeana había llegado a Buenos Aires con el sueño de triunfar en el mundo de la moda y su gran oportunidad llegó cuando protagonizó campañas publicitarias que la catapultaron definitivamente a la fama. Barrantes, por su parte, representaba todo lo que el glamour porteño podía ofrecer: era un polista de renombre, pertenecía a la alta sociedad y tenía vínculos familiares con la realeza británica a través de su tía Susan Barrantes, madre de Sarah Ferguson, la ex esposa del príncipe Andrés.
Durante casi un año, ambos mantuvieron una amistad que creció lentamente. El romance finalmente floreció durante un viaje a Inglaterra, donde decidieron apostar por una relación seria. La combinación resultaba perfecta para los medios: ella, la belleza emergente; él, el deportista elegante con abolengo familiar.
La decisión que cambió todo
Después de apenas ocho meses de noviazgo, la pareja tomó una decisión que sorprendió a muchos: se casarían antes de que terminara el año. La elección fue rápida pero firme, y ambos se mostraron convencidos de que habían encontrado al compañero perfecto para toda la vida.
La velocidad de la decisión generó algunos comentarios en los círculos sociales, pero la pareja no se dejó influenciar por las opiniones ajenas. Tenían claro que querían formalizar su unión y comenzar una nueva etapa juntos.
Una ceremonia inolvidable en territorio pampeano
La boda se realizó en octubre de 2002 en la iglesia de Tres Lomas, una pequeña localidad que limita con La Pampa, provincia donde había nacido Carolina. Esta elección no fue casual: la modelo quiso celebrar su gran día cerca de sus raíces familiares, en un lugar que representara sus orígenes antes de alcanzar la fama.
La ceremonia reunió a 270 invitados selectos, entre familiares, amigos y personalidades del espectáculo. Entre los presentes se encontraban Iván de Pineda, quien había facilitado el encuentro inicial de la pareja, junto a Pancho Dotto y Huberto Roviralta. La celebración se llevó a cabo en una elegante estancia que la familia Barrantes poseía en la zona, convirtiéndose en el escenario perfecto para una fiesta de alto nivel.
Carolina, con 24 años, llegó al altar acompañada por su padrastro Ricardo Galli y por el reconocido diseñador Benito Fernández. El vestido, creado especialmente por Fernández, era una obra de arte: una pieza blanca de líneas elegantes, con la espalda al descubierto y un escote que realzaba la belleza natural de la novia.
El incidente que casi arruina la ceremonia
Sin embargo, la jornada estuvo a punto de convertirse en una pesadilla por un capricho de la novia. Pampita tenía un deseo particular: quería llegar a la ceremonia en un automóvil descapotable que Pancho Dotto había enviado especialmente desde Buenos Aires. Pero el destino tenía otros planes y el vehículo sufrió una avería en el camino.
La espera se extendió por más de 45 minutos, tiempo que puso en riesgo toda la celebración. La situación se volvió crítica cuando el sacerdote amenazó con retirarse si no llegaban en los próximos diez minutos. Pampita, fiel a su carácter determinado, declaró que no se casaría si no llegaba el auto prometido.
La tensión llegó a tal punto que la novia decidió bajarse del vehículo de seguridad en plena ruta, luciendo su vestido de novia mientras esperaba la llegada del descapotable. La imagen de la modelo parada en el cruce de caminos, vestida de blanco y acompañada por Benito Fernández, se volvió surrealista. Los camioneros que transitaban por la zona no podían creer lo que veían: una novia en medio de la ruta.
Cuando finalmente llegó el auto, el espacio resultó insuficiente para todos los acompañantes. La solución fue inesperada: el mismo diseñador Benito Fernández tuvo que tomar el volante para llegar a tiempo a la iglesia, convirtiéndose en diseñador, padrino y chofer al mismo tiempo.
Los primeros meses de felicidad
A pesar del inicio accidentado, la boda fue un éxito rotundo. Los recién casados parecían vivir en una burbuja de felicidad durante los primeros meses. Pampita retomó rápidamente sus actividades profesionales, mientras Martín la esperaba en la residencia que habían establecido en Pilar.
En declaraciones a la prensa de principios de 2003, la modelo expresaba su satisfacción con la nueva etapa: “El matrimonio no alteró mi rutina diaria; Martín y yo mantenemos nuestro ritmo habitual, pero esta unión representó la confirmación de nuestros sentimientos”. Los medios retrataban una pareja sólida y feliz, que parecía haber encontrado el equilibrio perfecto entre vida personal y profesional.
Y un día empezaron los problemas
Sin embargo, la armonía no duró mucho tiempo. En 2004, comenzaron a circular rumores sobre problemas en la pareja. Los medios especializados hablaban de una crisis profunda que tenía múltiples causas: la rutina matrimonial, los constantes viajes laborales de ella, conflictos familiares relacionados con herencias y, según algunos rumores, la pérdida de un embarazo temprano.
Para octubre de 2004, la situación se había vuelto insostenible. Los medios reflejaban todo el día que el matrimonio atravesaba su peor momento. Pampita intentó salvar la relación con diversos esfuerzos, pero había factores que ya no podían repararse. El punto de quiebre llegó cuando comenzaron a vincular sentimentalmente a la modelo con el actor Gonzalo Valenzuela, situación que Barrantes no pudo tolerar.
El encuentro que cambió todo
En julio de 2005, después de intentos infructuosos de reconciliación, la pareja anunció oficialmente su separación. Pero lo que siguió fue aún más dramático. Pampita había conocido durante una entrevista en Chile al actor Benjamín Vicuña y no tardó en refugiarse en sus brazos tras el fracaso matrimonial.
A los tres meses de confirmar la ruptura con Barrantes, la modelo hizo pública su nueva relación con el actor chileno. La situación se complicó cuando se reveló que estaba embarazada de cuatro meses, lo que significaba que había concebido antes de que se oficializara legalmente su divorcio.
Este detalle desencadenó una batalla legal que marcó la historia del espectáculo argentino. Martín Barrantes demandó a su exesposa por adulterio, mientras que ella lo acusó de maltrato. La guerra judicial se extendió durante tres años y se convirtió en uno de los escándalos más sonados del mundo del espectáculo.
La verdad de Pampita
Años después, cuando el tema ya había perdido intensidad mediática, Pampita decidió contar su versión de los hechos en su programa de televisión, Pampita Online. Con la presencia de su abogada Ana Rosenfeld, la modelo explicó por primera vez los detalles del caso que había marcado su vida.
“Vamos a contar esta historia que hasta el día de hoy sigue tergiversada”, anunció la conductora, dispuesta a aclarar los malentendidos. “Me separé, conocí a otra persona, rehíce mi vida y quedé embarazada. Pero todavía el divorcio no había salido en ese momento porque había que esperar un tiempo”, relató sobre los hechos que desencadenaron el escándalo.
La modelo continuó con su explicación: “Con la inocencia de la juventud, no sabía que tenía que esperar al papel firmado para quedar embarazada y que en ese momento eso era adulterio, a pesar de que estaba separada, que ya no vivíamos juntos y yo vivía en otro país. No sabía que había ciertas reglas o que me podía pasar algo así. Tampoco sabía que la otra persona iba a hacer uso de la ley”.
Pampita también reconoció que había consultado a Ana Rosenfeld desde el inicio, consciente de las dificultades del caso: “Te fui a ver a vos sabiendo que era un caso indefendible”. La modelo admitió que jamás imaginó que su ex marido recurriría a la justicia por este tema.
La defensa legal
En 2008, la justicia falló a favor de Barrantes: confirmó que efectivamente había existido adulterio. Ana Rosenfeld recordó años después que desde el primer momento sabía que el caso era muy difícil de ganar.
En declaraciones realizadas en el programa de la modelo, Rosenfeld explicó: “Tu caso fue uno testigo, que dejó reflejado una realidad. El hombre podía mostrarse con muchas mujeres pero la mujer no. La justicia te culpa”. La abogada también destacó la injusticia del sistema legal de la época: “Deberíamos pedir la prescripción de esa sentencia”. Sin embargo, Pampita respondió que ya había dejado el tema atrás.
Rosenfeld también aclaró una falsedad que circuló durante años: tanto ella como la modelo confirmaron que no tuvo que pagarle nada a Barrantes.
La abogada señaló que la reforma del Código Civil posterior habría cambiado completamente el panorama legal para casos similares, ya que poco después del juicio se eliminó la figura del adulterio del marco jurídico argentino.
Caminos separados
Más de dos décadas después, los protagonistas de esta historia han reconstruido sus vidas por completo. Martín Barrantes eligió alejarse definitivamente de los reflectores y se dedicó a su verdadera pasión: el mundo ecuestre. Actualmente vive en una estancia en Lobos, provincia de Buenos Aires, junto a su esposa Kateryna Wurzel y su hijo Felipe. Su trabajo actual lo vincula con la tecnología aplicada a la clonación de caballos de polo de alta competencia.
Pampita, por su parte, continuó con su carrera mediática y construyó una familia junto a Benjamín Vicuña, relación que duró una década. Aquella boda de octubre de 2002 quedó como un recuerdo lejano, pero marcó el inicio de una vida pública intensa que la convertiría en una de las figuras más reconocidas del espectáculo argentino.
Octubre de 2002. Las cámaras de las revistas más importantes capturan el momento que todos esperan: Carolina “Pampita” Ardohain, la modelo más codiciada del país, camina hacia el altar para casarse con Martín Barrantes, un polista de la alta sociedad porteña. La ceremonia parece sacada de una película de Hollywood, pero nadie imagina que esta historia de amor terminará en los tribunales y marcará uno de los escándalos más sonados de la farándula argentina.
La boda que debía sellar un romance perfecto se convirtió en el primer capítulo de una saga judicial que sacudió al mundo del espectáculo durante años. Hoy, más de dos décadas después, los protagonistas han reconstruido sus vidas, pero aquella ceremonia en los campos pampeanos sigue siendo recordada como el inicio de una batalla legal sin precedentes.
El cupido que unió dos mundos
El primer encuentro entre Pampita y Martín Barrantes no fue casualidad. Iván de Pineda actuó como cupido al presentar a su amigo polista con la modelo del momento. Era el año 2000 y Carolina ya había conquistado las portadas de las revistas más importantes del país.
La pampeana había llegado a Buenos Aires con el sueño de triunfar en el mundo de la moda y su gran oportunidad llegó cuando protagonizó campañas publicitarias que la catapultaron definitivamente a la fama. Barrantes, por su parte, representaba todo lo que el glamour porteño podía ofrecer: era un polista de renombre, pertenecía a la alta sociedad y tenía vínculos familiares con la realeza británica a través de su tía Susan Barrantes, madre de Sarah Ferguson, la ex esposa del príncipe Andrés.
Durante casi un año, ambos mantuvieron una amistad que creció lentamente. El romance finalmente floreció durante un viaje a Inglaterra, donde decidieron apostar por una relación seria. La combinación resultaba perfecta para los medios: ella, la belleza emergente; él, el deportista elegante con abolengo familiar.
La decisión que cambió todo
Después de apenas ocho meses de noviazgo, la pareja tomó una decisión que sorprendió a muchos: se casarían antes de que terminara el año. La elección fue rápida pero firme, y ambos se mostraron convencidos de que habían encontrado al compañero perfecto para toda la vida.
La velocidad de la decisión generó algunos comentarios en los círculos sociales, pero la pareja no se dejó influenciar por las opiniones ajenas. Tenían claro que querían formalizar su unión y comenzar una nueva etapa juntos.
Una ceremonia inolvidable en territorio pampeano
La boda se realizó en octubre de 2002 en la iglesia de Tres Lomas, una pequeña localidad que limita con La Pampa, provincia donde había nacido Carolina. Esta elección no fue casual: la modelo quiso celebrar su gran día cerca de sus raíces familiares, en un lugar que representara sus orígenes antes de alcanzar la fama.
La ceremonia reunió a 270 invitados selectos, entre familiares, amigos y personalidades del espectáculo. Entre los presentes se encontraban Iván de Pineda, quien había facilitado el encuentro inicial de la pareja, junto a Pancho Dotto y Huberto Roviralta. La celebración se llevó a cabo en una elegante estancia que la familia Barrantes poseía en la zona, convirtiéndose en el escenario perfecto para una fiesta de alto nivel.
Carolina, con 24 años, llegó al altar acompañada por su padrastro Ricardo Galli y por el reconocido diseñador Benito Fernández. El vestido, creado especialmente por Fernández, era una obra de arte: una pieza blanca de líneas elegantes, con la espalda al descubierto y un escote que realzaba la belleza natural de la novia.
El incidente que casi arruina la ceremonia
Sin embargo, la jornada estuvo a punto de convertirse en una pesadilla por un capricho de la novia. Pampita tenía un deseo particular: quería llegar a la ceremonia en un automóvil descapotable que Pancho Dotto había enviado especialmente desde Buenos Aires. Pero el destino tenía otros planes y el vehículo sufrió una avería en el camino.
La espera se extendió por más de 45 minutos, tiempo que puso en riesgo toda la celebración. La situación se volvió crítica cuando el sacerdote amenazó con retirarse si no llegaban en los próximos diez minutos. Pampita, fiel a su carácter determinado, declaró que no se casaría si no llegaba el auto prometido.
La tensión llegó a tal punto que la novia decidió bajarse del vehículo de seguridad en plena ruta, luciendo su vestido de novia mientras esperaba la llegada del descapotable. La imagen de la modelo parada en el cruce de caminos, vestida de blanco y acompañada por Benito Fernández, se volvió surrealista. Los camioneros que transitaban por la zona no podían creer lo que veían: una novia en medio de la ruta.
Cuando finalmente llegó el auto, el espacio resultó insuficiente para todos los acompañantes. La solución fue inesperada: el mismo diseñador Benito Fernández tuvo que tomar el volante para llegar a tiempo a la iglesia, convirtiéndose en diseñador, padrino y chofer al mismo tiempo.
Los primeros meses de felicidad
A pesar del inicio accidentado, la boda fue un éxito rotundo. Los recién casados parecían vivir en una burbuja de felicidad durante los primeros meses. Pampita retomó rápidamente sus actividades profesionales, mientras Martín la esperaba en la residencia que habían establecido en Pilar.
En declaraciones a la prensa de principios de 2003, la modelo expresaba su satisfacción con la nueva etapa: “El matrimonio no alteró mi rutina diaria; Martín y yo mantenemos nuestro ritmo habitual, pero esta unión representó la confirmación de nuestros sentimientos”. Los medios retrataban una pareja sólida y feliz, que parecía haber encontrado el equilibrio perfecto entre vida personal y profesional.
Y un día empezaron los problemas
Sin embargo, la armonía no duró mucho tiempo. En 2004, comenzaron a circular rumores sobre problemas en la pareja. Los medios especializados hablaban de una crisis profunda que tenía múltiples causas: la rutina matrimonial, los constantes viajes laborales de ella, conflictos familiares relacionados con herencias y, según algunos rumores, la pérdida de un embarazo temprano.
Para octubre de 2004, la situación se había vuelto insostenible. Los medios reflejaban todo el día que el matrimonio atravesaba su peor momento. Pampita intentó salvar la relación con diversos esfuerzos, pero había factores que ya no podían repararse. El punto de quiebre llegó cuando comenzaron a vincular sentimentalmente a la modelo con el actor Gonzalo Valenzuela, situación que Barrantes no pudo tolerar.
El encuentro que cambió todo
En julio de 2005, después de intentos infructuosos de reconciliación, la pareja anunció oficialmente su separación. Pero lo que siguió fue aún más dramático. Pampita había conocido durante una entrevista en Chile al actor Benjamín Vicuña y no tardó en refugiarse en sus brazos tras el fracaso matrimonial.
A los tres meses de confirmar la ruptura con Barrantes, la modelo hizo pública su nueva relación con el actor chileno. La situación se complicó cuando se reveló que estaba embarazada de cuatro meses, lo que significaba que había concebido antes de que se oficializara legalmente su divorcio.
Este detalle desencadenó una batalla legal que marcó la historia del espectáculo argentino. Martín Barrantes demandó a su exesposa por adulterio, mientras que ella lo acusó de maltrato. La guerra judicial se extendió durante tres años y se convirtió en uno de los escándalos más sonados del mundo del espectáculo.
La verdad de Pampita
Años después, cuando el tema ya había perdido intensidad mediática, Pampita decidió contar su versión de los hechos en su programa de televisión, Pampita Online. Con la presencia de su abogada Ana Rosenfeld, la modelo explicó por primera vez los detalles del caso que había marcado su vida.
“Vamos a contar esta historia que hasta el día de hoy sigue tergiversada”, anunció la conductora, dispuesta a aclarar los malentendidos. “Me separé, conocí a otra persona, rehíce mi vida y quedé embarazada. Pero todavía el divorcio no había salido en ese momento porque había que esperar un tiempo”, relató sobre los hechos que desencadenaron el escándalo.
La modelo continuó con su explicación: “Con la inocencia de la juventud, no sabía que tenía que esperar al papel firmado para quedar embarazada y que en ese momento eso era adulterio, a pesar de que estaba separada, que ya no vivíamos juntos y yo vivía en otro país. No sabía que había ciertas reglas o que me podía pasar algo así. Tampoco sabía que la otra persona iba a hacer uso de la ley”.
Pampita también reconoció que había consultado a Ana Rosenfeld desde el inicio, consciente de las dificultades del caso: “Te fui a ver a vos sabiendo que era un caso indefendible”. La modelo admitió que jamás imaginó que su ex marido recurriría a la justicia por este tema.
La defensa legal
En 2008, la justicia falló a favor de Barrantes: confirmó que efectivamente había existido adulterio. Ana Rosenfeld recordó años después que desde el primer momento sabía que el caso era muy difícil de ganar.
En declaraciones realizadas en el programa de la modelo, Rosenfeld explicó: “Tu caso fue uno testigo, que dejó reflejado una realidad. El hombre podía mostrarse con muchas mujeres pero la mujer no. La justicia te culpa”. La abogada también destacó la injusticia del sistema legal de la época: “Deberíamos pedir la prescripción de esa sentencia”. Sin embargo, Pampita respondió que ya había dejado el tema atrás.
Rosenfeld también aclaró una falsedad que circuló durante años: tanto ella como la modelo confirmaron que no tuvo que pagarle nada a Barrantes.
La abogada señaló que la reforma del Código Civil posterior habría cambiado completamente el panorama legal para casos similares, ya que poco después del juicio se eliminó la figura del adulterio del marco jurídico argentino.
Caminos separados
Más de dos décadas después, los protagonistas de esta historia han reconstruido sus vidas por completo. Martín Barrantes eligió alejarse definitivamente de los reflectores y se dedicó a su verdadera pasión: el mundo ecuestre. Actualmente vive en una estancia en Lobos, provincia de Buenos Aires, junto a su esposa Kateryna Wurzel y su hijo Felipe. Su trabajo actual lo vincula con la tecnología aplicada a la clonación de caballos de polo de alta competencia.
Pampita, por su parte, continuó con su carrera mediática y construyó una familia junto a Benjamín Vicuña, relación que duró una década. Aquella boda de octubre de 2002 quedó como un recuerdo lejano, pero marcó el inicio de una vida pública intensa que la convertiría en una de las figuras más reconocidas del espectáculo argentino.
Iván de Pineda los presentó y la historia de amor explotó con fuerza; un viaje a Inglaterra los hizo tomar la gran decisión; sin embargo, la modelo y el polista terminaron de la peor manera LA NACION