El vestuario de Instituto era un silencio espeso después del 0-4 ante Unión. Apenas el ruido de los botines golpeando contra el suelo y alguna que otra toalla cayendo al banco rompían una escena cargada de impotencia.
Entre los rostros bajos y las miradas perdidas, el capitán Fernando Alarcón fue de los pocos que puso palabras a la bronca.
El defensor, expulsado sobre el final en un gesto que pareció condensar toda la frustración de la noche, no escondió nada:
“Una noche para el olvido, dejamos mucho qué desear… Una noche de mierda, nada para rescatar”, soltó sin rodeos.
El golpe fue doble. Por la goleada, sí, pero sobre todo por el contexto: Alta Córdoba, su gente, esa hinchada que no dejó de cantar pese a que el equipo ya estaba grogui en el arranque mismo del partido.
“Nos hicieron tres goles en 15 minutos y esas cosas no pueden pasar. No sé si fue desconcentración, si entramos dormidos. Es un momento de mierda, triste porque lo vivimos con nuestra gente”, agregó.
Alarcón también pidió disculpas por la jugada que lo dejó fuera de la cancha:
“Quiero ir a trabar con el empeine, me queda la pierna arriba. Le pido perdón al jugador de Unión si lo raspé. Son cosas que no hay que hacer, menos yo como capitán. Soy uno de los máximos responsables”.
El zaguero no se olvidó de los hinchas que aguantaron hasta el final:
“Le pido perdón a nuestra gente, que viene y la banca siempre. Ahora tendré que apoyarme en los que están, en los que apoyan siempre”.
Ya más sereno, intentó encontrar un resquicio de esperanza en medio de la noche negra:
“Hay que levantar la cabeza, hacernos cargo. Confío en que lo vamos a revertir”.
La postal de la noche fue esa: un vestuario golpeado, un capitán con la voz quebrada. La herida queda abierta, y el desafío ahora es cicatrizarla rápido para no dejar que el torneo se escape en las primeras fechas.
El vestuario de Instituto era un silencio espeso después del 0-4 ante Unión. Apenas el ruido de los botines golpeando contra el suelo y alguna que otra toalla cayendo al banco rompían una escena cargada de impotencia.
Entre los rostros bajos y las miradas perdidas, el capitán Fernando Alarcón fue de los pocos que puso palabras a la bronca.
El defensor, expulsado sobre el final en un gesto que pareció condensar toda la frustración de la noche, no escondió nada:
“Una noche para el olvido, dejamos mucho qué desear… Una noche de mierda, nada para rescatar”, soltó sin rodeos.
El golpe fue doble. Por la goleada, sí, pero sobre todo por el contexto: Alta Córdoba, su gente, esa hinchada que no dejó de cantar pese a que el equipo ya estaba grogui en el arranque mismo del partido.
“Nos hicieron tres goles en 15 minutos y esas cosas no pueden pasar. No sé si fue desconcentración, si entramos dormidos. Es un momento de mierda, triste porque lo vivimos con nuestra gente”, agregó.
Alarcón también pidió disculpas por la jugada que lo dejó fuera de la cancha:
“Quiero ir a trabar con el empeine, me queda la pierna arriba. Le pido perdón al jugador de Unión si lo raspé. Son cosas que no hay que hacer, menos yo como capitán. Soy uno de los máximos responsables”.
El zaguero no se olvidó de los hinchas que aguantaron hasta el final:
“Le pido perdón a nuestra gente, que viene y la banca siempre. Ahora tendré que apoyarme en los que están, en los que apoyan siempre”.
Ya más sereno, intentó encontrar un resquicio de esperanza en medio de la noche negra:
“Hay que levantar la cabeza, hacernos cargo. Confío en que lo vamos a revertir”.
La postal de la noche fue esa: un vestuario golpeado, un capitán con la voz quebrada. La herida queda abierta, y el desafío ahora es cicatrizarla rápido para no dejar que el torneo se escape en las primeras fechas.
El vestuario de Instituto era un silencio espeso después del 0-4 ante Unión. Apenas el ruido de los botines golpeando contra el suelo y alguna que otra toalla cayendo al banco rompían una escena cargada de impotencia. Entre los rostros bajos y las miradas perdidas, el capitán Fernando Alarcón fue de los pocos que puso palabras a la bronca.El defensor, expulsado sobre el final en un gesto que pareció condensar toda la frustración de la noche, no escondió nada:“Una noche para el olvido, dejamos mucho qué desear… Una noche de mierda, nada para rescatar”, soltó sin rodeos.El golpe fue doble. Por la goleada, sí, pero sobre todo por el contexto: Alta Córdoba, su gente, esa hinchada que no dejó de cantar pese a que el equipo ya estaba grogui en el arranque mismo del partido.“Nos hicieron tres goles en 15 minutos y esas cosas no pueden pasar. No sé si fue desconcentración, si entramos dormidos. Es un momento de mierda, triste porque lo vivimos con nuestra gente”, agregó.Alarcón también pidió disculpas por la jugada que lo dejó fuera de la cancha:“Quiero ir a trabar con el empeine, me queda la pierna arriba. Le pido perdón al jugador de Unión si lo raspé. Son cosas que no hay que hacer, menos yo como capitán. Soy uno de los máximos responsables”.El zaguero no se olvidó de los hinchas que aguantaron hasta el final:“Le pido perdón a nuestra gente, que viene y la banca siempre. Ahora tendré que apoyarme en los que están, en los que apoyan siempre”.Ya más sereno, intentó encontrar un resquicio de esperanza en medio de la noche negra:“Hay que levantar la cabeza, hacernos cargo. Confío en que lo vamos a revertir”.La postal de la noche fue esa: un vestuario golpeado, un capitán con la voz quebrada. La herida queda abierta, y el desafío ahora es cicatrizarla rápido para no dejar que el torneo se escape en las primeras fechas. La Voz