La empresa argentina que quiere transformar la industria musical con algoritmos

La presencia de la inteligencia artificial en la industria musical sigue generando mucha controversia. Algunos eternos nostálgicos aseguran que lo único que puede hacer la nueva tecnología es arruinar la industria. Sin embargo, otros insisten en lo beneficioso que puede ser el recurso para los artistas cuando está bien utilizado.

Cuando Cristian Larrosa, músico y productor argentino, empezó a grabar sus primeros discos, probablemente no se imaginó que iba a terminar negociando con fondos de inversión internacionales o desarrollando algoritmos de inteligencia artificial. Pero sus inicios como artista lo llevaron a detectar un problema estructural en la industria musical.

“Me fui metiendo en la parte de producción y empecé a ver todas las trabas que había cuando un productor o músico intentaba escalar. La parte ejecutiva muchas veces se imponía sobre la artística. Ahí se me prendió una alarma, tenía que haber otra forma de hacer las cosas”, cuenta Larrosa, fundador de Larrosa Music Group, una compañía que combina herramientas tecnológicas con modelos financieros.

Después de años de haber trabajado como artista y productor, Larrosa fue contratado por una empresa española del rubro tecnológico para liderar equipos musicales. Esa experiencia le permitió formar conexiones con compañías de Reino Unido y España, y comenzar a profesionalizar su propio enfoque empresarial. “Pasé de grabar canciones a crear estructuras de producción para terceros. Y más adelante, a cerrar contratos editoriales y discográficos para otros músicos”, relata.

Esa red de proyectos derivó en la venta de una de sus primeras empresas a un fondo estadounidense, y, años más tarde, durante la pandemia, en el nacimiento de Larrosa Music Group. La idea inicial consistió en ofrecer modelos de financiamiento alternativos a través de la venta anticipada de regalías musicales. “Encontramos en el modelo de royalty finance una solución. Después de vender una compañía, decidimos abrir otra orientada exclusivamente a esto”, resume.

El núcleo del negocio de Larrosa hoy es la combinación entre tecnología y financiamiento. La compañía trabaja como intermediaria -broker- entre fondos de inversión y artistas que desean monetizar sus catálogos de música, en muchos casos anticipando los ingresos futuros por regalías. “Con eso financiamos todo lo demás. Catálogos que generen entre 20.000 y 30.000 dólares anuales ya son interesantes para los fondos”, comenta.

Dentro de su cartera de clientes, destacan algunos personajes muy relevantes de la escena musical, como también proyectos que involucraron grandes transacciones monetarias: “Desde nuestra creación hemos gestionado activos musicales por un valor superior a 20 millones de dólares, con catálogos que incluyen obras de todo el mundo, incluyendo grandes éxitos de Bollywood, catálogos de China y otros que incluyen obras de Katy Perry, Beyoncé y Queen. Posteriormente, en noviembre de 2024, firmamos una alianza estratégica con un fondo Sueco, respaldada por hasta US$350 millones para ampliar nuestro portfolio con catálogos musicales independientes y empresas del sector en España y Latinoamérica, acuerdos que hacemos con varios otros fondos que buscan aumentar sus catálogos”.

Aunque el modelo de monetización está centrado en grandes catálogos, Larrosa asegura que están desarrollando herramientas para trabajar con artistas más chicos y proyectos emergentes. De hecho, un objetivo a futuro es lanzar un marketplace propio donde estos activos puedan comercializarse de forma más accesible.

“No es un sistema tradicional con clientes fijos. Cada operación es un proyecto en sí mismo. Hay artistas, empresas de música, pero no tenemos clientes recurrentes. Sí tenemos usuarios recurrentes que utilizan nuestras herramientas”, explica.

Entre esas herramientas se destaca Wolfi AI, una plataforma desarrollada internamente que funciona como una suerte de “ChatGPT para la industria de la música”. Integra varios motores de inteligencia artificial para resolver tareas específicas como análisis financiero de catálogos, separación de pistas, producción de contenido sonoro, entre otras funciones. “Creció muchísimo. Ya compite con herramientas globales, y queremos que su acceso sea limitado, solo por invitación”, adelanta Larrosa.

Otra de las patas del ecosistema es SongShare, una plataforma de compraventa de regalías online que opera bajo regulaciones financieras internacionales. La compañía tiene además participación en SongVest y otros proyectos similares, todos pensados para descentralizar la inversión en música y convertir las canciones en activos negociables al estilo del mercado bursátil.

En paralelo, Larrosa Music Group está en plena expansión internacional. Sin una sede física, actualmente trabajan con compañías de Medio Oriente, Asia y América Latina. “La región MENA (Medio Oriente y Norte de África) es una de las que más está creciendo en la industria musical. Quieren crear sociedades de gestión, ciudades de la música y eventos globales”, dice.

La IA: ¿aliada o enemiga?

Para Larrosa, la industria musical actual ya no gira en torno a las discográficas tradicionales. “Hoy el dinero viene de los shows, de tu presencia en redes sociales, de sincronizaciones con videojuegos o películas. Ser influencer y ser artista se fusionaron”, asegura.

En ese contexto, la inteligencia artificial aparece como una herramienta clave pero también como un desafío regulatorio. “Nosotros podríamos lanzar ya una función de generación musical, pero no lo hacemos porque no está claro el marco legal. Plataformas como Suno o Udio se entrenaron con contenido de artistas sin pagar regalías. Eso hay que discutirlo”, plantea.

Más allá de la tecnología, Larrosa insiste en que la música sigue siendo un negocio de emociones. “Creo que lo que más emociones proyecte va a poder conectar mejor con uno como consumidor, y las máquinas no tienen el poder de evocar eso. Me parece que falta muchísimo, pero sí es importante utilizar herramientas como una extensión de la creatividad”.

Ese es, al final, el propósito de todo su ecosistema, que la música siga siendo arte, pero también una herramienta de desarrollo económico distribuido, descentralizado y, sobre todo, sostenible.

La presencia de la inteligencia artificial en la industria musical sigue generando mucha controversia. Algunos eternos nostálgicos aseguran que lo único que puede hacer la nueva tecnología es arruinar la industria. Sin embargo, otros insisten en lo beneficioso que puede ser el recurso para los artistas cuando está bien utilizado.

Cuando Cristian Larrosa, músico y productor argentino, empezó a grabar sus primeros discos, probablemente no se imaginó que iba a terminar negociando con fondos de inversión internacionales o desarrollando algoritmos de inteligencia artificial. Pero sus inicios como artista lo llevaron a detectar un problema estructural en la industria musical.

“Me fui metiendo en la parte de producción y empecé a ver todas las trabas que había cuando un productor o músico intentaba escalar. La parte ejecutiva muchas veces se imponía sobre la artística. Ahí se me prendió una alarma, tenía que haber otra forma de hacer las cosas”, cuenta Larrosa, fundador de Larrosa Music Group, una compañía que combina herramientas tecnológicas con modelos financieros.

Después de años de haber trabajado como artista y productor, Larrosa fue contratado por una empresa española del rubro tecnológico para liderar equipos musicales. Esa experiencia le permitió formar conexiones con compañías de Reino Unido y España, y comenzar a profesionalizar su propio enfoque empresarial. “Pasé de grabar canciones a crear estructuras de producción para terceros. Y más adelante, a cerrar contratos editoriales y discográficos para otros músicos”, relata.

Esa red de proyectos derivó en la venta de una de sus primeras empresas a un fondo estadounidense, y, años más tarde, durante la pandemia, en el nacimiento de Larrosa Music Group. La idea inicial consistió en ofrecer modelos de financiamiento alternativos a través de la venta anticipada de regalías musicales. “Encontramos en el modelo de royalty finance una solución. Después de vender una compañía, decidimos abrir otra orientada exclusivamente a esto”, resume.

El núcleo del negocio de Larrosa hoy es la combinación entre tecnología y financiamiento. La compañía trabaja como intermediaria -broker- entre fondos de inversión y artistas que desean monetizar sus catálogos de música, en muchos casos anticipando los ingresos futuros por regalías. “Con eso financiamos todo lo demás. Catálogos que generen entre 20.000 y 30.000 dólares anuales ya son interesantes para los fondos”, comenta.

Dentro de su cartera de clientes, destacan algunos personajes muy relevantes de la escena musical, como también proyectos que involucraron grandes transacciones monetarias: “Desde nuestra creación hemos gestionado activos musicales por un valor superior a 20 millones de dólares, con catálogos que incluyen obras de todo el mundo, incluyendo grandes éxitos de Bollywood, catálogos de China y otros que incluyen obras de Katy Perry, Beyoncé y Queen. Posteriormente, en noviembre de 2024, firmamos una alianza estratégica con un fondo Sueco, respaldada por hasta US$350 millones para ampliar nuestro portfolio con catálogos musicales independientes y empresas del sector en España y Latinoamérica, acuerdos que hacemos con varios otros fondos que buscan aumentar sus catálogos”.

Aunque el modelo de monetización está centrado en grandes catálogos, Larrosa asegura que están desarrollando herramientas para trabajar con artistas más chicos y proyectos emergentes. De hecho, un objetivo a futuro es lanzar un marketplace propio donde estos activos puedan comercializarse de forma más accesible.

“No es un sistema tradicional con clientes fijos. Cada operación es un proyecto en sí mismo. Hay artistas, empresas de música, pero no tenemos clientes recurrentes. Sí tenemos usuarios recurrentes que utilizan nuestras herramientas”, explica.

Entre esas herramientas se destaca Wolfi AI, una plataforma desarrollada internamente que funciona como una suerte de “ChatGPT para la industria de la música”. Integra varios motores de inteligencia artificial para resolver tareas específicas como análisis financiero de catálogos, separación de pistas, producción de contenido sonoro, entre otras funciones. “Creció muchísimo. Ya compite con herramientas globales, y queremos que su acceso sea limitado, solo por invitación”, adelanta Larrosa.

Otra de las patas del ecosistema es SongShare, una plataforma de compraventa de regalías online que opera bajo regulaciones financieras internacionales. La compañía tiene además participación en SongVest y otros proyectos similares, todos pensados para descentralizar la inversión en música y convertir las canciones en activos negociables al estilo del mercado bursátil.

En paralelo, Larrosa Music Group está en plena expansión internacional. Sin una sede física, actualmente trabajan con compañías de Medio Oriente, Asia y América Latina. “La región MENA (Medio Oriente y Norte de África) es una de las que más está creciendo en la industria musical. Quieren crear sociedades de gestión, ciudades de la música y eventos globales”, dice.

La IA: ¿aliada o enemiga?

Para Larrosa, la industria musical actual ya no gira en torno a las discográficas tradicionales. “Hoy el dinero viene de los shows, de tu presencia en redes sociales, de sincronizaciones con videojuegos o películas. Ser influencer y ser artista se fusionaron”, asegura.

En ese contexto, la inteligencia artificial aparece como una herramienta clave pero también como un desafío regulatorio. “Nosotros podríamos lanzar ya una función de generación musical, pero no lo hacemos porque no está claro el marco legal. Plataformas como Suno o Udio se entrenaron con contenido de artistas sin pagar regalías. Eso hay que discutirlo”, plantea.

Más allá de la tecnología, Larrosa insiste en que la música sigue siendo un negocio de emociones. “Creo que lo que más emociones proyecte va a poder conectar mejor con uno como consumidor, y las máquinas no tienen el poder de evocar eso. Me parece que falta muchísimo, pero sí es importante utilizar herramientas como una extensión de la creatividad”.

Ese es, al final, el propósito de todo su ecosistema, que la música siga siendo arte, pero también una herramienta de desarrollo económico distribuido, descentralizado y, sobre todo, sostenible.

 Cristian Larrosa, el creador de Larrosa Music Group, encontró una nueva veta en el sector y asegura que es necesario “utilizar herramientas como una extensión de la creatividad”  LA NACION