Un superdotado: el perfil de Salvador Mastrosimone, una leyenda de Instituto

¿Mastro o maestro? Palabras parecidas, con una “e” de diferencia. No interesa. Al fin y al cabo Salvador Mastrosimone fue un crack con todas las letras, virtuoso, efectivo y al que el hincha albirrojo pudo disfrutar en varias temporadas y en su máximo esplendor. Por eso, quienes lo vimos jugar hoy no tenemos consuelo.

A pocos días de la partida de Luis Galván, el maestro santiagueño, ahora se nos fue otra estrella que hizo docencia con el fútbol.

Tenía 72 años y hace rato que la venía peleando en inferioridad, gambeteando la parca. Pero este domingo por la tarde, a la hora en que habitualmente abandonaba la cancha después de entregar su magia, colgó los botines para siempre. Sí, “el Mastro” se marchó.

Dueño de un talento inmenso e inversamente proporcional a su endeblez física, Mastrosimone no era un velocista, pero se anticipaba siempre a sus defensores con un quiebre de cintura, un cambio de dirección o escondiendo la pelota. Un superdotado.

Como buen prócer de nuestro fútbol, debutó en una fecha patria, el 9 de julio de 1970, en la primera de Huracán de barrio La France, que ese día afrontó un duro compromiso ante Belgrano por la 15ª fecha del Torneo Clasificación de la Liga Cordobesa. El Pirata marchaba puntero y el Luminoso ocupaba el último puesto de la tabla. Tenía 17 años.

“Mi debut fue una cosa de locos”, le contó a este periodista en 1995, durante una entrevista.

“Era muy chico. Venía jugando en reserva y, también, en un torneo comercial para una panadería de mi barrio. Ese día, uno de los chicos del equipo me dijo que teníamos que jugar en el aeropuerto. Yo acepté con la condición de que después me acercaran a la cancha de Belgrano, porque estaba citado para el preliminar. Jugué toda la mañana, me llevaron a casa a lavarme un poco y de ahí a Alberdi. Cuando llegué a la cancha, un dirigente (Bertucholli) me in-formó que Maldonado, el titular de la Primera, no podía jugar y querían que yo me pusiera la ocho. Me entró un cagazo difícil de explicar”.

Es que el vértigo vivido en esa jornada fue de un contrapunto notable. “De estar jugando a la mañana para la panadería, pasé a enfrentar a la tarde a Heredia, Reinaldi, Cos, Syeyyguil, Cuellar, Rivadero, Laciar… Perdimos ajustadamente y ellos después fueron campeones”.

Su increíble presentación le dejó, además, una alegría grande que Mastrosimone recordaba gratamente. “Belgrano traía jueces de Buenos Aires y ese día dirigió Angel Coerezza, que venía de arbitrar el Mundial de México. A los pocos días, leí en la desaparecida revista Estadio unas declaraciones suyas diciendo que se había llenado los ojos con el ‘chiquito’ número ocho de Huracán. Fue la primera satisfacción que me dio el fútbol”.

Con los de barrio La France actuó hasta 1975, siempre en gran nivel, hasta que en enero del año siguiente firmó para Instituto a cambio de 100 mil pesos nacionales, toda una fortuna.

♾️ 𝗛𝗮𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 “𝗖𝗵𝗶𝗿𝗶𝗯𝗶́𝗻”

Con profundo pesar, informamos el fallecimiento de 𝗦𝗮𝗹𝘃𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗠𝗮𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀𝗶𝗺𝗼𝗻𝗲, gloria de nuestra institución y del fútbol cordobés.

El ídolo que se volvió tribuna, un artista dentro de la cancha.

Tu legado… pic.twitter.com/mPZgOTnG9e

— Instituto ACC (@InstitutoACC) May 18, 2025

De gran timidez para los reportajes, cultivó un perfil tan bajo para la exposición pública que cuando Instituto le organizó la cena de bienvenida junto a la hinchada, “Mastro” no fue.

“Me quedé en casa, pero vinieron los dirigentes a buscarme y me llevaron a la fuerza porque estaban todos esperándome”, recordó sobre el incidente.

El 28 de enero de 1976 se calzó por primera vez la camiseta albirroja, en un partido ante Ferro Carril Oeste por un cuadrangular amistoso.

El técnico Roberto Resquín le dio la número “10” y Salvador anotó uno de los penales en la definición, ganada por su equipo, tras igualar 1-1 los 90 minutos.

“En Instituto tuve ocho años de grandes satisfacciones, pero ¡ojo!, que yo puse lo mío”, aclaraba convencido.

“Nunca fui suplente a pesar de que me trajeron cualquier cantidad de jugadores para cubrir mi lugar. En este club, sin dudas la alegría más grande fue cuando en 1981 le hice dos goles al Boca de Maradona en su cancha.

Al otro día, un diario tituló en tapa; ‘Boca 2 – Mastrosimone 2‘. Otro gran recuerdo fue cuando al año siguiente goleamos a River 5-2 en el mismísimo Monumental”.

Convocado por César Menotti a la selección nacional, formó parte del plantel que participó de los Juegos Panamericanos de San Juan de Puerto Rico, en 1979, donde Argentina obtuvo la medalla de bronce.

En el partido por el tercer puesto, ante Costa Rica, anotó su único gol con la albiceleste y contribuyó al triunfo 2-0 sobre los “ticos”.

Codiciado por varios clubes, recién concretó su partida a los 30 años, cuando ya había entregado a la Gloria los mejores años de su carrera, con 240 partidos jugados y 41 goles.

Completó su campaña con pasos por el Cristal Caldas de Colombia (“los dirigentes colombianos me estafaron y volví con una mano adelante y otra atrás”), donde actuó entre 1983 y 1985, Chaco For Ever (1988), Atlético Leones (1989) y Defensores de San Marcos (1987-93).

Retirado del fútbol, nunca logró reinsertarse en el ambiente. Tampoco lo buscó, más allá de algunos pasajes furtivos como técnico de las inferiores de Huracán.

Hoy, una de las tribunas de la cancha de Instituto lleva su nombre, en un reconocimiento merecidísimo a su dilatada campaña.

Hoy, la pelota está de duelo.

¿Mastro o maestro? Palabras parecidas, con una “e” de diferencia. No interesa. Al fin y al cabo Salvador Mastrosimone fue un crack con todas las letras, virtuoso, efectivo y al que el hincha albirrojo pudo disfrutar en varias temporadas y en su máximo esplendor. Por eso, quienes lo vimos jugar hoy no tenemos consuelo.

A pocos días de la partida de Luis Galván, el maestro santiagueño, ahora se nos fue otra estrella que hizo docencia con el fútbol.

Tenía 72 años y hace rato que la venía peleando en inferioridad, gambeteando la parca. Pero este domingo por la tarde, a la hora en que habitualmente abandonaba la cancha después de entregar su magia, colgó los botines para siempre. Sí, “el Mastro” se marchó.

Dueño de un talento inmenso e inversamente proporcional a su endeblez física, Mastrosimone no era un velocista, pero se anticipaba siempre a sus defensores con un quiebre de cintura, un cambio de dirección o escondiendo la pelota. Un superdotado.

Como buen prócer de nuestro fútbol, debutó en una fecha patria, el 9 de julio de 1970, en la primera de Huracán de barrio La France, que ese día afrontó un duro compromiso ante Belgrano por la 15ª fecha del Torneo Clasificación de la Liga Cordobesa. El Pirata marchaba puntero y el Luminoso ocupaba el último puesto de la tabla. Tenía 17 años.

“Mi debut fue una cosa de locos”, le contó a este periodista en 1995, durante una entrevista.

“Era muy chico. Venía jugando en reserva y, también, en un torneo comercial para una panadería de mi barrio. Ese día, uno de los chicos del equipo me dijo que teníamos que jugar en el aeropuerto. Yo acepté con la condición de que después me acercaran a la cancha de Belgrano, porque estaba citado para el preliminar. Jugué toda la mañana, me llevaron a casa a lavarme un poco y de ahí a Alberdi. Cuando llegué a la cancha, un dirigente (Bertucholli) me in-formó que Maldonado, el titular de la Primera, no podía jugar y querían que yo me pusiera la ocho. Me entró un cagazo difícil de explicar”.

Es que el vértigo vivido en esa jornada fue de un contrapunto notable. “De estar jugando a la mañana para la panadería, pasé a enfrentar a la tarde a Heredia, Reinaldi, Cos, Syeyyguil, Cuellar, Rivadero, Laciar… Perdimos ajustadamente y ellos después fueron campeones”.

Su increíble presentación le dejó, además, una alegría grande que Mastrosimone recordaba gratamente. “Belgrano traía jueces de Buenos Aires y ese día dirigió Angel Coerezza, que venía de arbitrar el Mundial de México. A los pocos días, leí en la desaparecida revista Estadio unas declaraciones suyas diciendo que se había llenado los ojos con el ‘chiquito’ número ocho de Huracán. Fue la primera satisfacción que me dio el fútbol”.

Con los de barrio La France actuó hasta 1975, siempre en gran nivel, hasta que en enero del año siguiente firmó para Instituto a cambio de 100 mil pesos nacionales, toda una fortuna.

♾️ 𝗛𝗮𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 “𝗖𝗵𝗶𝗿𝗶𝗯𝗶́𝗻”

Con profundo pesar, informamos el fallecimiento de 𝗦𝗮𝗹𝘃𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗠𝗮𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀𝗶𝗺𝗼𝗻𝗲, gloria de nuestra institución y del fútbol cordobés.

El ídolo que se volvió tribuna, un artista dentro de la cancha.

Tu legado… pic.twitter.com/mPZgOTnG9e

— Instituto ACC (@InstitutoACC) May 18, 2025

De gran timidez para los reportajes, cultivó un perfil tan bajo para la exposición pública que cuando Instituto le organizó la cena de bienvenida junto a la hinchada, “Mastro” no fue.

“Me quedé en casa, pero vinieron los dirigentes a buscarme y me llevaron a la fuerza porque estaban todos esperándome”, recordó sobre el incidente.

El 28 de enero de 1976 se calzó por primera vez la camiseta albirroja, en un partido ante Ferro Carril Oeste por un cuadrangular amistoso.

El técnico Roberto Resquín le dio la número “10” y Salvador anotó uno de los penales en la definición, ganada por su equipo, tras igualar 1-1 los 90 minutos.

“En Instituto tuve ocho años de grandes satisfacciones, pero ¡ojo!, que yo puse lo mío”, aclaraba convencido.

“Nunca fui suplente a pesar de que me trajeron cualquier cantidad de jugadores para cubrir mi lugar. En este club, sin dudas la alegría más grande fue cuando en 1981 le hice dos goles al Boca de Maradona en su cancha.

Al otro día, un diario tituló en tapa; ‘Boca 2 – Mastrosimone 2‘. Otro gran recuerdo fue cuando al año siguiente goleamos a River 5-2 en el mismísimo Monumental”.

Convocado por César Menotti a la selección nacional, formó parte del plantel que participó de los Juegos Panamericanos de San Juan de Puerto Rico, en 1979, donde Argentina obtuvo la medalla de bronce.

En el partido por el tercer puesto, ante Costa Rica, anotó su único gol con la albiceleste y contribuyó al triunfo 2-0 sobre los “ticos”.

Codiciado por varios clubes, recién concretó su partida a los 30 años, cuando ya había entregado a la Gloria los mejores años de su carrera, con 240 partidos jugados y 41 goles.

Completó su campaña con pasos por el Cristal Caldas de Colombia (“los dirigentes colombianos me estafaron y volví con una mano adelante y otra atrás”), donde actuó entre 1983 y 1985, Chaco For Ever (1988), Atlético Leones (1989) y Defensores de San Marcos (1987-93).

Retirado del fútbol, nunca logró reinsertarse en el ambiente. Tampoco lo buscó, más allá de algunos pasajes furtivos como técnico de las inferiores de Huracán.

Hoy, una de las tribunas de la cancha de Instituto lleva su nombre, en un reconocimiento merecidísimo a su dilatada campaña.

Hoy, la pelota está de duelo.

 ¿Mastro o maestro? Palabras parecidas, con una “e” de diferencia. No interesa. Al fin y al cabo Salvador Mastrosimone fue un crack con todas las letras, virtuoso, efectivo y al que el hincha albirrojo pudo disfrutar en varias temporadas y en su máximo esplendor. Por eso, quienes lo vimos jugar hoy no tenemos consuelo. A pocos días de la partida de Luis Galván, el maestro santiagueño, ahora se nos fue otra estrella que hizo docencia con el fútbol. Tenía 72 años y hace rato que la venía peleando en inferioridad, gambeteando la parca. Pero este domingo por la tarde, a la hora en que habitualmente abandonaba la cancha después de entregar su magia, colgó los botines para siempre. Sí, “el Mastro” se marchó.Dueño de un talento inmenso e inversamente proporcional a su endeblez física, Mastrosimone no era un velocista, pero se anticipaba siempre a sus defensores con un quiebre de cintura, un cambio de dirección o escondiendo la pelota. Un superdotado.Como buen prócer de nuestro fútbol, debutó en una fecha patria, el 9 de julio de 1970, en la primera de Huracán de barrio La France, que ese día afrontó un duro compromiso ante Belgrano por la 15ª fecha del Torneo Clasificación de la Liga Cordobesa. El Pirata marchaba puntero y el Luminoso ocupaba el último puesto de la tabla. Tenía 17 años.“Mi debut fue una cosa de locos”, le contó a este periodista en 1995, durante una entrevista. “Era muy chico. Venía jugando en reserva y, también, en un torneo comercial para una panadería de mi barrio. Ese día, uno de los chicos del equipo me dijo que teníamos que jugar en el aeropuerto. Yo acepté con la condición de que después me acercaran a la cancha de Belgrano, porque estaba citado para el preliminar. Jugué toda la mañana, me llevaron a casa a lavarme un poco y de ahí a Alberdi. Cuando llegué a la cancha, un dirigente (Bertucholli) me in-formó que Maldonado, el titular de la Primera, no podía jugar y querían que yo me pusiera la ocho. Me entró un cagazo difícil de explicar”.Es que el vértigo vivido en esa jornada fue de un contrapunto notable. “De estar jugando a la mañana para la panadería, pasé a enfrentar a la tarde a Heredia, Reinaldi, Cos, Syeyyguil, Cuellar, Rivadero, Laciar… Perdimos ajustadamente y ellos después fueron campeones”. Su increíble presentación le dejó, además, una alegría grande que Mastrosimone recordaba gratamente. “Belgrano traía jueces de Buenos Aires y ese día dirigió Angel Coerezza, que venía de arbitrar el Mundial de México. A los pocos días, leí en la desaparecida revista Estadio unas declaraciones suyas diciendo que se había llenado los ojos con el ‘chiquito’ número ocho de Huracán. Fue la primera satisfacción que me dio el fútbol”.Con los de barrio La France actuó hasta 1975, siempre en gran nivel, hasta que en enero del año siguiente firmó para Instituto a cambio de 100 mil pesos nacionales, toda una fortuna. ♾️ 𝗛𝗮𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 “𝗖𝗵𝗶𝗿𝗶𝗯𝗶́𝗻” Con profundo pesar, informamos el fallecimiento de 𝗦𝗮𝗹𝘃𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗠𝗮𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀𝗶𝗺𝗼𝗻𝗲, gloria de nuestra institución y del fútbol cordobés.El ídolo que se volvió tribuna, un artista dentro de la cancha.Tu legado… pic.twitter.com/mPZgOTnG9e— Instituto ACC (@InstitutoACC) May 18, 2025De gran timidez para los reportajes, cultivó un perfil tan bajo para la exposición pública que cuando Instituto le organizó la cena de bienvenida junto a la hinchada, “Mastro” no fue. “Me quedé en casa, pero vinieron los dirigentes a buscarme y me llevaron a la fuerza porque estaban todos esperándome”, recordó sobre el incidente.El 28 de enero de 1976 se calzó por primera vez la camiseta albirroja, en un partido ante Ferro Carril Oeste por un cuadrangular amistoso. El técnico Roberto Resquín le dio la número “10” y Salvador anotó uno de los penales en la definición, ganada por su equipo, tras igualar 1-1 los 90 minutos.“En Instituto tuve ocho años de grandes satisfacciones, pero ¡ojo!, que yo puse lo mío”, aclaraba convencido. “Nunca fui suplente a pesar de que me trajeron cualquier cantidad de jugadores para cubrir mi lugar. En este club, sin dudas la alegría más grande fue cuando en 1981 le hice dos goles al Boca de Maradona en su cancha. Al otro día, un diario tituló en tapa; ‘Boca 2 – Mastrosimone 2‘. Otro gran recuerdo fue cuando al año siguiente goleamos a River 5-2 en el mismísimo Monumental”. Convocado por César Menotti a la selección nacional, formó parte del plantel que participó de los Juegos Panamericanos de San Juan de Puerto Rico, en 1979, donde Argentina obtuvo la medalla de bronce. En el partido por el tercer puesto, ante Costa Rica, anotó su único gol con la albiceleste y contribuyó al triunfo 2-0 sobre los “ticos”. Codiciado por varios clubes, recién concretó su partida a los 30 años, cuando ya había entregado a la Gloria los mejores años de su carrera, con 240 partidos jugados y 41 goles. Completó su campaña con pasos por el Cristal Caldas de Colombia (“los dirigentes colombianos me estafaron y volví con una mano adelante y otra atrás”), donde actuó entre 1983 y 1985, Chaco For Ever (1988), Atlético Leones (1989) y Defensores de San Marcos (1987-93).Retirado del fútbol, nunca logró reinsertarse en el ambiente. Tampoco lo buscó, más allá de algunos pasajes furtivos como técnico de las inferiores de Huracán. Hoy, una de las tribunas de la cancha de Instituto lleva su nombre, en un reconocimiento merecidísimo a su dilatada campaña. Hoy, la pelota está de duelo.  La Voz

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