Después de compartir una caminata diaria por la playa junto a su marido, Oscar Martínez (75), Marina Borensztein (58) atiende la videollamada de ¡HOLA! Argentina desde la galería de su fabulosa casa de Marbella. Ya hace cinco años que armó sus valijas y dejó su piso de Recoleta para comenzar un nuevo capítulo en España junto al reconocido actor y su hija Malena (26), nacida de su anterior matrimonio con Jorge Leyba. “Armar una casa de cero, construir otro nido, generar nuevos vínculos. Ahora nuestra vida es esta”, dice la hija del inolvidable humorista Tato Bores, que en 2011 venció un cáncer bilateral de mama y a partir de entonces se dedicó de lleno a su rol de comunicadora de un estilo de vida saludable y es autora bestseller de los libros Enfermé para sanar y Así me cuido yo.
–¿Cómo comenzó a gestarse la idea de la mudanza?
–Fue en 2020. Mamá [Berta Szpindler] había muerto en agosto y a Oscar lo habían llamado de España para terminar de filmar la película Competencia oficial, que se había interrumpido por la pandemia de Covid. Así que en ese plan nos fuimos a Madrid. Mi primer desafío en ese momento fue convencer a mi hija de viajar: hacía más de un año que sufría ataques de pánico, no salía de casa y ni loca se quería subir a un avión. “Esto lo vamos a hacer juntas. Vamos por tres meses y cuando se liberen las medidas de aislamiento en Argentina, nos volvemos”, le dije.
–Y no volvieron…
–No. [Se ríe]. Para Male terminó siendo muy positivo el cambio. Se animó a salir a la calle otra vez, volvió a tener vida social. “Mamá, yo no vuelvo a Buenos Aires”, me dijo. Hoy está feliz viviendo con su novio en Inglaterra.
–¿En qué momento decidieron quedarse?
–Oscar había terminado la película y nuestro plan era irnos a Uruguay en el verano para reponernos del duelo por la muerte de mamá y del encierro de la pandemia, y para estar con mis hermanos. Hasta que me llamó Ale [su hermano mayor, Alejandro Borensztein] y me dijo: “Escuchame, este año no hay Punta del Este. Nadie viene; va a estar todo cerrado. Quedate ahí”. Con Oscar fuimos alargando nuestra estadía, hasta que dejamos de plantearnos qué íbamos a hacer. España siempre había sido su sueño, yo también lo deseaba, pero era más un proyecto de él. Nos fuimos del departamento que nos había dejado la productora y nos alquilamos uno muy lindo y chiquito, pero acogedor, en Madrid. Con el tiempo, sabiendo que en Argentina teníamos un piso de 300 metros cuadrados, decidimos venderlo y comprar algo en Marbella. Y los dos nos tiramos de cabeza a la pileta muy decididos. Yo tenía 53 años y Oscar, 70.
–Fue un gran desafío.
–Claro. Fue un megadesafío decir “empecemos todo de vuelta”. Cuando te digo todo, es todo. Sacar de nuevo el registro de conducir, buscar un seguro médico… Hubo momentos –y a veces todavía nos pasa– de preguntarnos: “¿Habremos hecho bien?”. Pero siempre volvemos a la idea de que sí, de que hicimos bien. Dejar mi vida en Buenos Aires fue angustiante, pero también una gran aventura…
–¿En qué medida estos cambios afectaron tu relación con Oscar?
–Mirá, las cosas a veces son más fáciles y otras, imposibles. Eso dice Oscar todo el tiempo. Siento que nuestro vínculo, desde el día uno, nos es fácil. Estamos muy enamorados, nos amamos profundamente, aunque cada tanto queramos tirarnos algún plato. [Se ríe]. Pero hay un amor muy grande que hizo que esto fuera posible, que nosotros podamos dejar todo y hacer el esfuerzo que tuvimos que hacer para armar dos casas y desarmar la que teníamos en Buenos Aires, donde estaba toda la vida de Oscar, más toda la mía. Fue agotador y estresante. Porque de verdad dejás toda una vida atrás. Tus amigos, tu hogar, tu trabajo, tu éxito. A mí me estaba yendo increíble en Argentina. Por eso también sentía un miedo enorme a que no pudiera continuar con lo que había construido.
–¿Cómo viven esta nueva etapa?
–Nosotros dos somos una pareja muy especial. Somos muy unidos, pero también nos gusta estar solitos. ¿Viste que hay gente que disfruta de estar siempre en familia? “Familitis”, dice Oscar. Tal vez yo soy más de estar con los míos, pero también me encanta estar sola.
–¿Qué es lo que más disfrutás de tu vida en España?
–Lo que más me gusta es que los dos vivimos muy tranquilos. Es lindo andar por la calle y que no te conozca nadie; ir a un restaurante y que nadie te mire. No sentís la mirada de la gente que ve cómo comés, qué tenés puesto, qué hacés, qué no… Qué sé yo; así de libre me siento. Por supuesto que a Oscar acá lo conocen, pero todo acá es más tranquilo, es diferente.
–¿Hicieron amigos?
–Cada vez hacemos más amigos; mucho de ellos, argentinos. Me hice amiga de Nicole, la mujer de Antonio Banderas. Ella es una mezcla entre alemana y holandesa y nos entendemos hablando en español y en inglés. Es un amor, tiene toda la onda, muy cariñosa. Nos acompañamos mucho. Después está la diferencia cultural, que a mí me resulta fascinante. Me gusta salir del cascarón y ver que el mundo es enorme, que está lleno de posibilidades.
–¿Cómo te organizaste con tu trabajo?
–Al principio se me hizo muy difícil y me llevó tiempo encontrar mi propio lugar. Ahora que pasaron cinco años, me doy cuenta de que todo se fue dando cuando se tenía que dar. Creo que antes de focalizarme en mis proyectos, tenía que terminar de adaptarme, de despedirme de todo, de armar mi casa. La verdad es que hoy España es mi hogar también. Una vez que tuve una base sólida, el trabajo se fue acomodando.
–Necesitabas echar raíces…
–Mi mayor miedo era no saber cómo iba a conectar con la gente de acá. Si se cuidaban con la alimentación, cuánto les atraía cultivar una vida sana.
–Desde hace un tiempo empezaste a trabajar sobre la revolución hormonal que atraviesan las mujeres a partir de los 50. ¿Cómo surgió el proyecto?
–Empezó cuando me tocó a mí vivir todos esos cambios. Enseguida me puse a investigar sobre los sofocos, el insomnio y todos esos síntomas que vienen con la menopausia. Llamé a todo mi equipo de especialistas y les dije: “Vamos a hablar de las hormonas porque me están volviendo loca”. A partir de eso organicé un encuentro que llamé “Transfórmate”, con el que me está yendo muy bien. Así como acompañamos y damos información sobre esta nueva etapa, también abordamos el tema con humor, porque realmente da para reírse de todo lo que nos pasa a las mujeres, que puede ser insoportable. Siempre me gustó el humor, siento que me sana, me encanta, me salva. Estoy a full con esto, incluso desarrollé el programa “Re Evolución Hormonal” junto con una nutricionista para acompañar a las que no saben cómo lidiar con eso.
Hoy la gente está muy mal, eso es real. Y creo que es porque no usa todas estas herramientas que están a nuestra disposición para estar mejor
–¿Cuánto influyen la alimentación y la meditación en la salud?
–Lo cambian absolutamente todo. Una persona que come mal y está inflamada no se siente bien, no duerme bien y no descansa bien. Entonces, una alimentación más consciente, limpia, sin químicos y sin tanto procesamiento es clave para tener un cuerpo sano. Y si a eso le sumás yoga, meditación, respiración consciente y ejercicio físico, el que más te guste, tu cuerpo cambia en un ciento por ciento. Hoy la gente está muy mal, eso es real. Y creo que es porque no usa todas estas herramientas que están a nuestra disposición para estar mejor. De esto es de lo que me ocupo, esto es lo que me encanta enseñar: cómo comer mejor y cómo manejar nuestras emociones.
–¿Cómo te acompaña Oscar en esa actividad?
–Él me banca en todas. Hasta me cocina lo que yo quiero. No le gusta tanto el pescado como a mí, entonces se hace su carne y a mí me prepara pescado. Él es el cocinero y yo compro todas las cosas, lo más orgánicas posibles. Estamos en la misma frecuencia. Siempre me acompañó mucho y creo que los dos nos fuimos acomodando a los tiempos y a los cambios del otro. Eso también es el amor.
Después de compartir una caminata diaria por la playa junto a su marido, Oscar Martínez (75), Marina Borensztein (58) atiende la videollamada de ¡HOLA! Argentina desde la galería de su fabulosa casa de Marbella. Ya hace cinco años que armó sus valijas y dejó su piso de Recoleta para comenzar un nuevo capítulo en España junto al reconocido actor y su hija Malena (26), nacida de su anterior matrimonio con Jorge Leyba. “Armar una casa de cero, construir otro nido, generar nuevos vínculos. Ahora nuestra vida es esta”, dice la hija del inolvidable humorista Tato Bores, que en 2011 venció un cáncer bilateral de mama y a partir de entonces se dedicó de lleno a su rol de comunicadora de un estilo de vida saludable y es autora bestseller de los libros Enfermé para sanar y Así me cuido yo.
–¿Cómo comenzó a gestarse la idea de la mudanza?
–Fue en 2020. Mamá [Berta Szpindler] había muerto en agosto y a Oscar lo habían llamado de España para terminar de filmar la película Competencia oficial, que se había interrumpido por la pandemia de Covid. Así que en ese plan nos fuimos a Madrid. Mi primer desafío en ese momento fue convencer a mi hija de viajar: hacía más de un año que sufría ataques de pánico, no salía de casa y ni loca se quería subir a un avión. “Esto lo vamos a hacer juntas. Vamos por tres meses y cuando se liberen las medidas de aislamiento en Argentina, nos volvemos”, le dije.
–Y no volvieron…
–No. [Se ríe]. Para Male terminó siendo muy positivo el cambio. Se animó a salir a la calle otra vez, volvió a tener vida social. “Mamá, yo no vuelvo a Buenos Aires”, me dijo. Hoy está feliz viviendo con su novio en Inglaterra.
–¿En qué momento decidieron quedarse?
–Oscar había terminado la película y nuestro plan era irnos a Uruguay en el verano para reponernos del duelo por la muerte de mamá y del encierro de la pandemia, y para estar con mis hermanos. Hasta que me llamó Ale [su hermano mayor, Alejandro Borensztein] y me dijo: “Escuchame, este año no hay Punta del Este. Nadie viene; va a estar todo cerrado. Quedate ahí”. Con Oscar fuimos alargando nuestra estadía, hasta que dejamos de plantearnos qué íbamos a hacer. España siempre había sido su sueño, yo también lo deseaba, pero era más un proyecto de él. Nos fuimos del departamento que nos había dejado la productora y nos alquilamos uno muy lindo y chiquito, pero acogedor, en Madrid. Con el tiempo, sabiendo que en Argentina teníamos un piso de 300 metros cuadrados, decidimos venderlo y comprar algo en Marbella. Y los dos nos tiramos de cabeza a la pileta muy decididos. Yo tenía 53 años y Oscar, 70.
–Fue un gran desafío.
–Claro. Fue un megadesafío decir “empecemos todo de vuelta”. Cuando te digo todo, es todo. Sacar de nuevo el registro de conducir, buscar un seguro médico… Hubo momentos –y a veces todavía nos pasa– de preguntarnos: “¿Habremos hecho bien?”. Pero siempre volvemos a la idea de que sí, de que hicimos bien. Dejar mi vida en Buenos Aires fue angustiante, pero también una gran aventura…
–¿En qué medida estos cambios afectaron tu relación con Oscar?
–Mirá, las cosas a veces son más fáciles y otras, imposibles. Eso dice Oscar todo el tiempo. Siento que nuestro vínculo, desde el día uno, nos es fácil. Estamos muy enamorados, nos amamos profundamente, aunque cada tanto queramos tirarnos algún plato. [Se ríe]. Pero hay un amor muy grande que hizo que esto fuera posible, que nosotros podamos dejar todo y hacer el esfuerzo que tuvimos que hacer para armar dos casas y desarmar la que teníamos en Buenos Aires, donde estaba toda la vida de Oscar, más toda la mía. Fue agotador y estresante. Porque de verdad dejás toda una vida atrás. Tus amigos, tu hogar, tu trabajo, tu éxito. A mí me estaba yendo increíble en Argentina. Por eso también sentía un miedo enorme a que no pudiera continuar con lo que había construido.
–¿Cómo viven esta nueva etapa?
–Nosotros dos somos una pareja muy especial. Somos muy unidos, pero también nos gusta estar solitos. ¿Viste que hay gente que disfruta de estar siempre en familia? “Familitis”, dice Oscar. Tal vez yo soy más de estar con los míos, pero también me encanta estar sola.
–¿Qué es lo que más disfrutás de tu vida en España?
–Lo que más me gusta es que los dos vivimos muy tranquilos. Es lindo andar por la calle y que no te conozca nadie; ir a un restaurante y que nadie te mire. No sentís la mirada de la gente que ve cómo comés, qué tenés puesto, qué hacés, qué no… Qué sé yo; así de libre me siento. Por supuesto que a Oscar acá lo conocen, pero todo acá es más tranquilo, es diferente.
–¿Hicieron amigos?
–Cada vez hacemos más amigos; mucho de ellos, argentinos. Me hice amiga de Nicole, la mujer de Antonio Banderas. Ella es una mezcla entre alemana y holandesa y nos entendemos hablando en español y en inglés. Es un amor, tiene toda la onda, muy cariñosa. Nos acompañamos mucho. Después está la diferencia cultural, que a mí me resulta fascinante. Me gusta salir del cascarón y ver que el mundo es enorme, que está lleno de posibilidades.
–¿Cómo te organizaste con tu trabajo?
–Al principio se me hizo muy difícil y me llevó tiempo encontrar mi propio lugar. Ahora que pasaron cinco años, me doy cuenta de que todo se fue dando cuando se tenía que dar. Creo que antes de focalizarme en mis proyectos, tenía que terminar de adaptarme, de despedirme de todo, de armar mi casa. La verdad es que hoy España es mi hogar también. Una vez que tuve una base sólida, el trabajo se fue acomodando.
–Necesitabas echar raíces…
–Mi mayor miedo era no saber cómo iba a conectar con la gente de acá. Si se cuidaban con la alimentación, cuánto les atraía cultivar una vida sana.
–Desde hace un tiempo empezaste a trabajar sobre la revolución hormonal que atraviesan las mujeres a partir de los 50. ¿Cómo surgió el proyecto?
–Empezó cuando me tocó a mí vivir todos esos cambios. Enseguida me puse a investigar sobre los sofocos, el insomnio y todos esos síntomas que vienen con la menopausia. Llamé a todo mi equipo de especialistas y les dije: “Vamos a hablar de las hormonas porque me están volviendo loca”. A partir de eso organicé un encuentro que llamé “Transfórmate”, con el que me está yendo muy bien. Así como acompañamos y damos información sobre esta nueva etapa, también abordamos el tema con humor, porque realmente da para reírse de todo lo que nos pasa a las mujeres, que puede ser insoportable. Siempre me gustó el humor, siento que me sana, me encanta, me salva. Estoy a full con esto, incluso desarrollé el programa “Re Evolución Hormonal” junto con una nutricionista para acompañar a las que no saben cómo lidiar con eso.
Hoy la gente está muy mal, eso es real. Y creo que es porque no usa todas estas herramientas que están a nuestra disposición para estar mejor
–¿Cuánto influyen la alimentación y la meditación en la salud?
–Lo cambian absolutamente todo. Una persona que come mal y está inflamada no se siente bien, no duerme bien y no descansa bien. Entonces, una alimentación más consciente, limpia, sin químicos y sin tanto procesamiento es clave para tener un cuerpo sano. Y si a eso le sumás yoga, meditación, respiración consciente y ejercicio físico, el que más te guste, tu cuerpo cambia en un ciento por ciento. Hoy la gente está muy mal, eso es real. Y creo que es porque no usa todas estas herramientas que están a nuestra disposición para estar mejor. De esto es de lo que me ocupo, esto es lo que me encanta enseñar: cómo comer mejor y cómo manejar nuestras emociones.
–¿Cómo te acompaña Oscar en esa actividad?
–Él me banca en todas. Hasta me cocina lo que yo quiero. No le gusta tanto el pescado como a mí, entonces se hace su carne y a mí me prepara pescado. Él es el cocinero y yo compro todas las cosas, lo más orgánicas posibles. Estamos en la misma frecuencia. Siempre me acompañó mucho y creo que los dos nos fuimos acomodando a los tiempos y a los cambios del otro. Eso también es el amor.
La escritora nos comparte su mirada frente al amor, el desarraigo y los vínculos y revela cómo la alimentación consciente la ayudó a vivir mejor LA NACION